009.

1.4K 94 2
                                    

28 de diciembre, 2020.

Perth, Australia.

Max Verstappen.

Inhalo profundamente permitiéndome llenar mis pulmones del olor a playa que tanto me gusta y extrañaba.

Siento que alguien me abraza por uno de mis costados, no necesito mirar para saber quién es ya que reconozco su perfume, y no tardo en devolverle el abrazo.

— Gracias. — murmura Cassie.

Suspiro antes de mirarla y sonreírle sin mostrar mis dientes. — No tienes nada que agradecer, Cass.

— ¿Cómo que no? Dejaste de pasar año nuevo con tu familia solo por acompañarme hasta aquí.

Me muevo para quedar frente a frente, la agarro por sus mejillas para asegurarme de que su mirada esté puesta en mis ojos. — Tú también eres mi familia, Cassandra, y no iba a dejarte sola o mal, eso mis padres lo entienden.

Noto sus ojos aguarse un poco así que dejo un beso sobre su frente antes de abrazarla bien fuerte. Gracias a quienes comparten su sangre, Cass no duerme desde hace más de 24 horas, tiene un bajón anímico horrible y se la pasa llorando en silencio. Y yo no puedo soportar eso, no puedo creer que haya gente tan mierda como para dañar a una persona tan buena y pura como ella.

— Chicos, — Victoria, mi hermana, llama nuestra atención. — Dan y las chicas ya llegaron.

Nosotros asentimos y mi hermana le sonríe a Cassie antes de voltearse y volver por donde vino. Suspiro antes de alejarme de Cassandra.

— Y créeme, no hay ningún lugar en el que quisiera estar justo ahora más que aquí.

Ella sonríe divertida a la vez que se limpia las lágrimas de sus ojos. — Claro, porque Rosario está aquí también.

No puedo evitar soltar una carcajada al escuchar aquello. Paso uno de mis brazos por sobre sus hombros y caminamos juntos hacia donde divisamos que nuestros amigos se instalaron.

— ¡Rubia! — exclama Daniel al vernos. Cassie le sonríe. —Oh, no, lo siento Cass, hablaba con Max, es mi rubia.

Cassie lo mira fingiendo estar ofendida por unos segundos para luego reír, al igual que yo.

Dan no tarda en abrazar a la pequeña Bianchi y yo me acerco donde el resto de las chicas para saludar a Faustina y Rosario. La primera en acercarse a mí es la morocha, que no tarda en abrazarme fuerte, gesto que yo correspondo al instante. Faustina asiste a los Grandes Premios bastante seguido así que ya todos le tenemos muchísima confianza, y yo personalmente le tengo un inmenso cariño.

— Buenos días. — saludo a Rosario mientras me acerco a ella. La chica me mira con una ceja en alto.

— Lo eran hasta que tuve la desdicha de verte. — responde haciéndome sonreír. Pongo una de mis manos en una de sus mejillas antes de inclinarme y dejar un beso rápido sobre la cobertura de sus labios, asegurándome de colocar mi cuerpo de tal forma que para los otros sea imposible ver lo que hice. Cuando voy a alejarme siento la mano de Rosario empuñando la tela de mi camiseta, provocando que no pueda alejarme.

— Escuchame atento, más te vale dejar estos jueguitos de lado porque prometí que nos comportaríamos como personas maduras por el bien de tu amiga. — murmura mirándome fijamente a los ojos.

Sonrío de lado y aprovecho mi mano sobre su mejilla para acariciar la zona con la yema de mi pulgar. — No hagas promesas que no podrás cumplir, reina.

IT HAD TO BE YOU • Max Verstappen.Where stories live. Discover now