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20 de agosto, 2017.
Bariloche, Argentina.

Max Verstappen.

— Pese a que me quedó doliendo el trasero, creo que me encantaría repetir lo del culipatín. — menciona Charles.

Daniel asiente efusivo. — En Piedras Blancas, por favor.

Nos encontramos los cinco hombres echados, literalmente, sobre los sillones que hay en el recibidor del hotel. En estos momentos estamos un poco aburridos porque la siguiente excursión es recién por la tarde y apenas son las 11 a.m.

— Yo quiero ir a todas las chocolaterías de nuevo. — aporto sin poder evitar pensar en lo deliciosos que son todos los chocolates que nos hicieron probar.

— Oigan, ¿dónde están Giada e Isa? — pregunta Pierre de repente mirando a su alrededor, lo cual nos hace reír. Sin duda el que más alcohol bebió la noche anterior fue el francés, y esta mañana anda en modo zombie.

Yo sí me había percatado de la ausencia de ambas chicas, pero suponía que estaban durmiendo aún.

— Vaya, gracias por tener tan en cuenta a mi novia, Pierre. — bromea Charles riendo. — Y contestando a tu pregunta, salieron a desayunar con Rosario.

La mención de su nombre hace que ponga toda mi atención en la charla. Desde el día en que nos acostamos no la he visto mucho y las pocas veces que lo hice estaba junto a ese chico, Gonzalo creo que es su nombre.

— Hoy es que se va, ¿no? — miro sorprendido a Pierre ante su pregunta.

— ¿Se va a dónde? — pregunto.

— De regreso a su ciudad, Mendoza creo que me dijo. — Daniel frunce su ceño intentando recordar y tras unos segundos se encoge de hombros rendidos.

— ¿Su ciudad? ¿Acaso no es de Bariloche? — indago confundido.

Carlos niega. — Según nos contó, viene bastante seguido porque se encarga del hotel pero en realidad vive en Mendoza, allí está terminando su carrera en turismo y es de donde viene su familia.

— Oh. — es todo lo que pude responder.

Sé que me esquiva así como también sé que es mi culpa, pero no me gusta para nada la idea de que se vaya antes que nosotros. Probablemente no voy a volver a verla así que tengo que disfrutar las vistas cuanto pueda, ¿no?

Durante el almuerzo, el cual decidimos comer en el hotel, Giada e Isa llegaron junto a nosotros.

— ¿Y Rosario? — pregunta Charles.

— Terminando sus maletas. — responde Giada. — Dijo que en media hora bajará así que atentos para que vayamos a decirle adiós.

— Jamás pensé que me haría tan amigo de la dueña de un hotel en el que me hospedo. — Pierre se encoge de hombros.

— Bendita cita de Tinder de Daniel. — asiente Carlos haciendo que todos rían.

Todos menos yo. No me gusta el hecho de que se vaya, repito.

— Voy al baño, permiso. — digo levantándome de mi silla.

— Sí claro, al baño. — escucho murmurar a Daniel pero no le doy importancia.

Algunos minutos después, luego de medio coquetearle a la recepcionista de turno para que me diera el número de habitación de Rosario, me encuentro en la puerta golpeando impaciente hasta que la castaña aparece del otro lado con el ceño fruncido.

— ¿Qué pasa? — pregunta al verme.

— ¿Puedo entrar? — pregunto.

Ella niega. — Estoy terminando de armar mis valijas así que no tengo tiempo, Max.

— ¿Por qué te vas?

— Debo volver a la universidad. — responde encogiendose de hombros.

— Pero tenemos una apuesta hasta el 23, hasta que yo me vaya, ¿no recuerdas?

Una carcajada se le escapa. — Las apuestas terminan cuando una de las partes pierde, Max, y yo ya perdí así que no hay más apuesta.

— Pero no puedes irte. — digo negando reiteradas veces con mi cabeza.

Me mira raro. — ¿Por qué no?

— Porque quiero que te quedes.

— Ay Max, yo igual quiero muchas cosas pero no siempre las tengo. — se encoge de hombros una vez más. — Además solo soy una apuesta para vos así como vos sos solo una apuesta para mí, ya vas a encontrar otro entretenimiento durante mi ausencia.

Me sonríe apenas, más bien hace como una mueca, antes de decirme adiós y cerrar su puerta en mi cara. Me quedo unos segundos más de pie frente a su puerta analizando un poco lo que pasó. No estoy acostumbrado a rogarle a nadie, menos a una chica, ni tampoco lo estoy a que me digan que no, así que eso es bastante nuevo para mí.

• • •

— ¿Por qué no te fuiste a despedir de Chocha? — me pregunta Daniel mientras se sienta en la terraza del hotel junto a mí.

Solo me encojo de hombros. Los chicos junto a las chicas habían ido juntos a despedir a Rosario en la entrada del hotel, pero yo me quedé en la terraza.

Lo que me dijo dañó mi orgullo.

— La cagaste con ella, ¿no?

— Teníamos una apuesta, gané y la humillé.

Mi amigo se queda en silencio durante unos segundos. Pronto su rostro se llena de decepción.

— Max, no me digas que la apuesta implicaba sexo.

Vuelvo a encogerme de hombros con una pequeña sonrisa en el rostro al recordar aquella tarde luego del culipatín.

— Pero la chica te gusta, se te nota en la cara y cómo te comportas frente a ella, ¿por qué la humillaste? — me pregunta confundido.

— Lo nuestro no funcionaría.

— Eso no puedes saberlo sin intentarlo, como lo haremos Faustina y yo. — me recuerda.

Esos dos se engancharon muchísimo, tanto que ella ya prometió que, tras recibirse, se iría junto a Daniel a donde sea.

— Dime la verdad. — insiste.

Suspiro. — En parte sí es eso, Dan, y también... — hago una pausa al costarme mucho decir lo siguiente, sé que eso a mi amigo le disgustaría mucho. — También podría decirse que Helena y yo volvimos antes de este viaje.

No pasaron ni dos segundos cuando siento un golpe en la nuca, sobándome miro mal a Daniel.

— Eres un imbecil, dañaste a Rosario y además le fuiste infiel a Helena. — me recuerda lo que ya sabía. — ¡Y volviste con Helena! ¡¿Qué te pasaba por la cabeza?!

Indignado y enojado Daniel se levanta y se va de la terraza, dejándome allí solo y pensando en lo imbecil que fui.

IT HAD TO BE YOU • Max Verstappen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora