capitulo 6

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Gerard aprobó, evidentemente, aunque hasta finales de octubre no sabría exactamente donde entraría ya que ese curso iba a empezar más tarde debido a unas reformas que se estaban haciendo en el edificio. Estaba muy emocionado, todos estaban muy emocionados, sobre todo Frank. En esos días él y Gerard habían estado más unidos que nunca y se sentía orgulloso de que hubiese conseguido lo que tanto deseaba, aunque eso significase que ya no se verían en mucho tiempo.

Ya lo había asimilado, estarían separados, así que cuando sus padres le preguntaron que le parecía que se mudaran a Canadá hasta que Natalie terminara en el internado para estar mas cerca de ella, dijo que sí, que no había ningún problema. Sería mejor así, no poder verlo estando tan cerca era un putada, así que si estaba a cientos de kilómetros no se sentiría tan mal. Había acordado con sus padres que volvería el solo al pueblo cuando cumpliera la mayoría de edad, así habría alguien que cuidara la casa, de la cual no se desharían. Aceptaron. Desde hacía algún tiempo Frank había dejado el grupo y no andaba por ahí hasta tarde, se juntaba con chicos que irían a la universidad y ningún profesor había llamado para reportarle nada, por lo que Linda, su madre, le brindó un voto de confianza: si se graduaba con éxito podría ir donde quisiera. Cuando le prometió allí mismo que la haría estar orgullosa de él, su madre sonrió y le dio un abrazo.

Todo iba como debía ir y eso hacía que Frank se sintiera cómodo con la situación. Se había comprometido con Gerard, era su amigo y haría lo que hiciera falta para que fuese feliz. Ya tenía el acceso a la academia, así que solo faltaba una cosa. Frank Iero nunca olvida sus promesas: le buscaría una novia a Gerard. Primero pensó que le dolería, pero a medida que comenzaba a llamar a las chicas de su clase descubrió que el hecho de ver a Gerard contento le era suficiente. Se rió de si mismo al pensar en eso, dándose cuenta de que lo que sentía por Gerard se le había ido de las manos. Ya no podía hacer nada, de todos modos. El día de su cumpleaños daría una pequeña fiesta donde se celebraría también donde había entrado Gerard, que por aquel entonces ya lo sabría, entonces se despediría y aprovecharía para presentarle a unas cuantas chicas.

Frank sonrió y suspiró. Ya faltaba poco...

El 30 de octubre por la mañana todo estaba preparado. Cuando esa noche el reloj diera las 12 se celebraría Halloween, el cumpleaños de Frank y la celebración/despedida. Debía ser memorable, por eso Frank movió hilos para que le dejaran el local donde solía ir a ensayar. Sus antiguos colegas de la banda también irían, así que ellos se encargarían de llevar el equipo de sonido. Algunas amigas del colegio católico eran las encargadas de llevar la bebida, eran especialistas en todo tipo de alcohol. Por lo demás, Mikey, Ray y Gerard. Iba a ser una gran fiesta... la mejor de su vida.

- ¿Por qué lo has hecho, Frank? Se supone que para tu cumpleaños son los demás quienes te preparan una fiesta, no tú.- le riñó Gerard.

- Quería hacerlo, además, no es solo por mi cumpleaños...

- ¡Es Halloween, tío!- dijo Mikey, alzando los brazos.- Es la hostia, nos disfrazaremos, nos hincharemos a beber y amaneceremos cada uno en un sitio del local con la ropa mal colocada y manchas de vómito.

- Tú a lo mejor amaneces de otra forma.- le dio un codazo Frank.

- ¿Y eso?- preguntó intrigado.

- Van a venir las chicas de la banda... las de la otra vez. Podrás recordar viejos tiempos.- rió pícaro, viendo la cara sonrojada de Mikey.

- ¡Eh! ¿Por qué yo no se de que se está hablando?- preguntó Ray, sin entender.

- Déjalo... es algo muy sórdido que no me interesa ni a mi.- contestó Gerard.

- Empieza a las 10.- dijo Frank, volviendo a lo de la fiesta.- Así que quiero veros allí. Y ahora me las piro, tengo que seguir haciendo cosas.

Parecía que iba a ser un evento sonado, al menos entre ellos. Cabe decir que no eran los típicos chicos a los que se les invita a las fiestas, así que aquella iba a ser importante también por eso. Aparte de eso, ¡iban a ir disfrazados! Eso ya la hacía la mejor fiesta del mundo. Ray tenía claro de qué iría: Espantapájaros. Era el disfraz más fácil del mundo, solo necesitaba una camisa de cuadros y unos pantalones viejos, con que luego cogiera algo de paja falsa y se la metiera por algunos huecos y estaba listo. Mikey no estaba muy seguro, pero al final se decidió por ir de muerto. Se vistió normal, compró una lata de pintura roja y luego se la tiró por encima. Su madre casi lo mata.

Uno (frerard)Where stories live. Discover now