capitulo 15

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Frank no fue a trabajar esa mañana. Ni de coña. Imposible. Ni siquiera avisó a Bob de que no iría, le daba igual, que lo echara, en esos momentos el trabajo no era lo que más le importaba. Porque, joder, había tenido que curar a Gerard, y si, él iba de súper tío que todo lo podía, de salvador del universo, con entereza, con saber estar y todas esas gilipolleces. Una mierda. Con ni siquiera los 18 cumplidos tienes la misma entereza y saber estar que un borracho en una iglesia. Había sido muy listo él, como no, ofreciéndose a curarlo, porque claro está, no iba a pasar nada. ¿Qué desalmado se pondría mientras está curando a su recién estrenado novio de una cosa así? Él no por supuesto. Él lo haría como un profesional, solo que sin título ni guantes, sin inmutarse, sin sentir nada.

Por los cojones, Frank.

Casi se desmaya cuando comenzó a hacerlo, y es que cuando toda la sangre de tu cuerpo decide bajar a amontonarse en el mismo sitio, tu cerebro se queda un poco lelo. Piensa en cosas no eróticas, piensa en cosas no eróticas, piensa en... joder, Gerard agarrándose con las dos manos a las sabanas y esos ruiditos que comenzaba a hacer y que, por el amor de dios, que fuesen de dolor... porque si no le iba a dar un puto ataque al corazón. Y claro, cuando ves que tú novio, el que ha ofrecido curarte como si ofreciera traerte el periódico, está jodidamente pálido y le caen gotas de sudor por la frente, preguntas qué pasa, porque es lo normal. Tardó un par de segundos en asimilar que Gerard le estaba preguntando si estaba bien (que irónico). Asintió con la cabeza, porque usar las cuerdas bucales implicaba un esfuerzo excesivo para sus neuronas, y siguió con lo suyo. Vale, había conseguido hacerlo una vez sin perder el conocimiento, ahora solo faltaba que lo pudiera repetir unas cuantas veces más. Cerró los ojos intentando no pensar en palabras como "estrecho" o "jodidamente caliente". Vamos, Frankie, tienes que extenderlo bien, es lo que dijo el hijo de puta de la farmacia, que seguro que no ha tenido que hacerlo en su puta vida. Puedes hacerlo, puedes hacerlo, puedes hacerlo.

- Gee, necesito un respiro.- se levantó de golpe, huyendo de la habitación.

Salió de la casa a que le diera un poco el aire. Cuando el frío viento de la noche lo heló se dio cuenta de que estaba empapado en sudor. Tenía tanta adrenalina concentrada dentro que le daban ganas hasta de morder la pared.

Mientras Gerard en la habitación casi había agradecido que Frank se hubiese marchado, porque empezaba a ser un poco imposible esconder con solo una maldita camiseta lo que empezaba a crecer bajo ella. Y es que se suponía que no le debía poner que Frank lo estuviera curando, porque, joder, era eso, una cura. Pero parecía que a su cuerpo se la pelaba lo que se suponía o no, y nada más sentir el roce había deseado morirse. Y sí, dolía, pero no tenía comparación con la infinidad de descargas eléctricas que lo recorrían entero cada vez que lo notaba, cada vez que lo rozaba, cada vez que se atrevía a abrir los ojos y comprobaba que sí, era Frank y lo tenía allí, entre sus piernas, tocándolo de una forma en la que solo se debe tocar a alguien cuando vas a hacer que se le reviente la garganta a gritos esa noche. Solo de pensarlo volvió a empalmarse, ahí, como un puto adolescente.

Se levantó con algo de dificultad y se vistió de nuevo. Se habían acabado las curas por ese día.

Salió de la habitación en busca de un buen vaso de agua fría. Habría salido también, pero ver a Frank en ese momento hubiese sido perjudicial para su salud. Se apoyó en la ventana que daba al patio trasero mientras se bebía el agua, al menos corría algo de aire. Aquello no iba a salir bien. No era sano. Llevaba dos días en casa de Frank, días que había estado prácticamente solo hasta que había llegado de trabajar, y ya estaba que se subía por las paredes. No quería ni imaginarse como iba a ser dormir juntos esa noche. Vale, la noche anterior ya la habían pasado juntos, pero era distinto, era tarde, estaban agotados, se acababan de declarar y habían sucedido cosas muy desagradables. La noche que se le presentaba ahora no era así, era una noche en la que sabías con quien estabas durmiendo, sabías como besaba, sabías como miraba, y dios, sabías muy bien como demonios te acababa de tocar. Gerard se sorprendió a sí mismo restregándose contra los azulejos de la pared. Le entraron ganas de pegarse de hostias.

Uno (frerard)Where stories live. Discover now