capitulo 22

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Quedarse allí. Se suponía que tenía que quedarse en casa de Ray y esperar, aunque no sabía muy bien qué. Aquello era una tortura. ¿Cómo demonios esperaba Ray que se quedase allí tan tranquilo mientras dios sabe qué le estaría pasando a Frank? No, no era para nada fácil estar allí sin hacer nada, pero la verdad era que tampoco podía hacer mucho fuera de allí. Frank era el listo, el resuelto, el que podía con los problemas y los solucionaba; Ray... joder, Ray era un puto genio, el maldito Sherlock Holmes de Jersey que había descubierto en un segundo todo lo que él tuvo delante de las narices durante meses y ni siquiera vio; incluso Mikey era un crack con los ordenadores y podía haber averiguado mil cosas sobre que hacer en estos casos (claro que a Mikey no le iba a contar nada, no era plan de que entrara en crisis después de todos esos años de relativo bienestar). Él era el único que era un completo inútil para esas situaciones. ¿Qué coño hacia él para enfrentarse a un problema? ¿Huir? ¿Dibujar? ¿Componer una maldita canción? Claro, Gerard, muy útil en la vida cotidiana.

Se dejó caer de espaldas sobre la cama de Ray, cerrando los ojos. Con la luz pegándole fuerte en el lado derecho de la cara supo que ya era mas de medio día. Apretó los labios mientras recordaba todo lo que tenía planeado para ese día, el día del cumpleaños de Frank. Después de desayunar tenía pensado sacarlo de casa y no volver más (hasta el día siguiente, claro), irían a pasear, tal vez a dar una vuelta por la ciudad en coche... cierto que llevar a alguien en coche cuando es esa persona la que tiene que conducir es un poco raro, pero lo tenía todo pensado. Irian a comer a algún lugar, el que Frank quisiera, por ese día cualquier lugar era válido, luego lo marearía un poco dando vueltas hasta llegar a alguno de los parques para pasar un rato juntos, haciendo el idiota, dándole de comer a los patos y esas cosas. Llegando la tarde irían al cine, a ver la peli que mas quisiera Frank, aunque fuera una de esas comedias infumables que tanta gracia le hacían. Cuando acabaran ya sería la hora de ir a la fiesta que Mikey y Natalie habían preparado. No tenían disfraces, pero estaba seguro de que encontrarían algo en casa. Y, por último, cuando todo acabase, volverían a casa, contentos, felices, y le daría a Frank su regalo.

Abrió los ojos rápidamente. ¡El regalo! Aún estaba en el piso que compartían Ray y Mikey. Sonrió melancólico pensando en el trabajo que le había costado encontrar el regalo adecuado. Él no sabía hacer regalos, nunca había sido bueno en eso, pero esperaba que Frank lo perdonase si no había acertado... Ahora solo esperaba que Frank lo perdonase por haberle destrozado la vida. La impotencia volvía a comérselo por dentro.

- ¡Joder!- gritó para si mismo en la habitación vacía.

Miró el móvil, comprobando por enésima vez que no estaba insonorizado y que Ray aún no daba señales de vida. Se suponía que iba a volver, ¿no? Dijo que volvería... Se quedó pensando un segundo. De pronto no estaba seguro de cuales habían sido las ultimas palabras de Ray, de hecho, cayó en la cuenta de que Ray nunca le dijo que volvería. ¿Entonces? ¿Qué demonios estaba pasando? ¿Iba a volver Ray? ¿Qué hacía él en su casa si no? Empezaba a volverse paranoico. Vale, lo mejor era tranquilizarse, todo tendría una explicación. La verdad era que ahora mismo no estaba como para volver a pisar su casa, la casa de Frank, la casa de los dos; tampoco iba a ir a casa de su madre, no soportaría el interrogatorio y acabaría confesando. Mikey evidentemente tampoco era una opción. Vale, si, Ray era un genio, por eso lo había dejado en su casa, donde sabía que nadie podría molestarlo y podría llevar esas horas de angustia en paz. Gerard sonrió y se alegró de tener a alguien como Ray a su lado.

Volvió a tumbarse en la cama, respirando hondo, sintiendo el oxigeno llenar su pecho. Esperaba que todo saliera bien aunque estaba seguro de que eso era imposible. Confiaba en que Ray tuviera contacto directo o fuese descendiente de alguna divinidad Maya o Azteca o de cualquier espíritu ancestral sudamericano que predijese el fin del mundo, así podría ponerse en contacto con su yo-todopoderoso y salvar a Frank de todo peligro. Quiso darse de hostias por pensar gilipolleces, pero luego suspiró... al fin y al cabo, fantasear era lo único que podía hacer para ayudar.

Uno (frerard)Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora