09. Leydan... ¡¿Leydan?!

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Los cuatro me observaron en silencio, se veían muy impactados

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Los cuatro me observaron en silencio, se veían muy impactados.

Y yo tenía tanto alcohol en el organismo que ni siquiera me importó, estiré mi brazo con el celular en la mano y se lo devolví a Karim. Tardó unos segundos en reaccionar y tomarlo.

—Esto amerita un trago —Zyra empinó en un movimiento fluido la botella que sostenía y bebió de ella—. Moriremos, morirás ¿De qué color quieres tu ataúd? El mío quiero que sea gris plata con líneas doradas en los costados, y que también le póngan una pequeña ventana corrediza porque tengo claustrofobia. Las flores que me lleven que sean naranjas para que combinen conmigo y por favor me visten con mi mejor traje.

De pronto Reyth se empezó a carcajear robando la atención de todos.

—Vendería un riñón por ver la cara que puso Leydan cuando le dijiste sordo.

Y eso fue suficiente para que todos comenzáramos a reír nuevamente, sí, seguro que era el alcohol.

Y así continuamos, ellos siguieron tomando mientras yo los observaba y escuchaba.

Todos teníamos nuestros propios problemas, y el alcohol no iba a solucionar nada, pero se sentía bien relajarse de aquello que nos agobiaba.

Todos teníamos nuestros propios problemas, y el alcohol no iba a solucionar nada, pero se sentía bien relajarse de aquello que nos agobiaba

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—¿Qué pasó con los invitados? —preguntó Reyth. Este estaba acostado en el suelo y con la cabeza recargada sobre mis piernas.

—Muchos ya se estaban retirando, de todas formas dejé a Mario a cargo —respondió Karim con los ojos cerrados. Él estaba acostado en la cama.

—¿Quién es Mario? —pregunté. Yo le estaba haciendo pequeñas trencitas a Reyth.

—Es uno de los vigilantes principales —Jaden respondió mi pregunta. El rubio se encontraba boca arriba en el suelo, justo al lado de la puerta.

—Todo da vueltas —balbuceó Zyra con la mirada puesta en el techo.

Este último igual estaba recostado en el suelo, lo suficientemente cerca de Jaden como para que su cabeza tocara su hombro.

—¿Qué hora es? —interrogué.

Los WinsclerkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora