22. Un nudo en la garganta.

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—Katherine —la voz de Alan desde el otro lado de la puerta llegó hasta mis oídos

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—Katherine —la voz de Alan desde el otro lado de la puerta llegó hasta mis oídos.

Recién había llegado y Leydan ya se había ido. Fui hasta la entrada y abrí.

—¿Sí? —murmuré y lo vi de pie frente a la puerta, tenía el cabello desordenado, su piel brillaba con lo que supuse era sudor y tenía los ojos levemente rojos.

—¿Por qué? —exclamó y empujó la puerta abriéndola por completo.

—¿Qué cosa? —fruncí el ceño caminando hacia atrás por su repentina acción.

—¿Por qué escoges al imbécil de Leydan? —me tomó bruscamente por los hombros y entró en la casa empujándome.

Lo miré desconcertada.

—¿Escoger? Alan, detente —lo empujé apartándolo de mí.

Sus ojos me inspeccionaron.

—Estás semidesnuda y traes puesta su estúpida ropa, ¿te acostaste con él? —preguntó con una sonrisa sínica en el rostro—. ¿En qué momento te convertiste en una rame...

En menos tiempo del que pude contar, mi mano se estampó contra su rostro creando un sonido seco por toda la casa.

—Vete a la mierda Alan —escupí mis palabras con brusquedad.

Soltó una risa mientras pasaba sus dedos sobre su mejilla enrojecida y me miró con desprecio.

De un momento a otro rompió la distancia entre nosotros y puso una mano alrededor de mi cuello.

Intenté apartarlo pero entonces ejerció presión.

Golpeé su rostro con mi mano hecha un puño, pero la falta de respiración me estaba debilitando por lo que solo lo lastimé un poco.

Sentí la dureza de la pared contra mi espalda.

Lo empujé y pateé tan fuerte como pude, pero presionaba más su mano haciendo que la vista se me pusiera borrosa y me quedara sin respiración.

—No amor, porque si yo me voy a la mierda, tú te vas conmigo —susurró con furia.

—Jodete —ni siquiera se escuchó el sonido de mi voz, tan solo moví los labios y él entendió perfectamente lo que quise decir.

Utilizó más fuerza y me arrojó al piso en un solo movimiento. Caí al suelo sobre mis rodillas, de pronto estas ardieron.

Tomé una bocanada de aire, comencé a toser y pasé la mano por mi cuello, mi propio tacto dolía, podía sentir mi piel levemente rasgada por la presión de sus uñas.

Alan salió hecho una furia y azotó la puerta tras cruzarla.

Mi cuerpo estaba temblando y mis labios se apretaban en una fina línea. Mis ojos se cristalizaron demasiado rápido, mi garganta ardió y no estaba segura si era por mi cuello lastimado o por el nudo que estaba sintiendo en ella.

Los WinsclerkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora