23. Con menos dignidad que ayer [Especial]

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Leydan

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Leydan

—¿Puedo venir mañana y salimos? —le pregunté a Katherine. Últimamente me sentía muy patético, pero me comenzaba a acostumbrar a mi torpe y estúpida actitud.

Ella asintió sonriendo, provocando que sus lindos ojos azules se iluminaran, su mirada ya no lucía tan triste como cuando llegué.

Aún así me encargaría de eso.

Me acerqué a ella y la besé, lo empezaba a hacer muy seguido, me gustaba sentir sus labios contra los míos y por su expresión sabía que a ella también.

Cuando me separé la observé unos segundos, relamí mis labios.

—Si necesitas algo me llamas desde...

—Desde el teléfono de Mirella —me interrumpió terminando la oración por mí—. Sí, lo has dicho más de diez veces.

Reí.

Me subí a mi auto y vi como cerró la puerta de su casa, me dirigí a la casa de Mirella, la cual se encontraba a unas cuantas calles.

Justamente estaba afuera de su casa regando unas flores. Me bajé rápidamente del auto y me dirigí a ella.

—Señora —sonreí.

Ella volteó y me devolvió la sonrisa.

—Leydan —me miró como si intentara descifrar mi repentina aparición—. ¿Qué ocurre?

—Mmm ¿Cree que me pueda decir dónde vive Alan? —pregunté rezando porque me dijera.

Ella asintió.

—Cinco calles hacia allá —señaló a un costado—. La segunda casa de la derecha, es color amarillo, ¿por qué? —preguntó confundida.

Fue muy fácil.

Negué restándole importancia.

—Katherine me pidió que recogiera un par de cosas suyas en casa de Alan, no quería ir ella —respondí sin titubear.

Borró la cara de preocupación que se había formado en su rostro.

—Ah, está bien —aceptó mi respuesta y sonrió volviendo a regar sus plantas. Estuve a punto de regresar a mi auto pero luego habló—. Leydan —me llamó atrayendo mi atención de vuelta, me detuve y giré para verla de nuevo—. Cuídala —pidió con una muy leve sonrisa.

Asentí lentamente, no sabía a qué había venido ese comentario.

—Por supuesto, gracias —me subí al auto y conduje a donde Mirella me había indicado.

Llegué y golpeé su puerta.

Tras unos segundos el idiota salió y rodó los ojos al verme, no lo dejé pronunciar una sola palabra porque impacté mi puño contra su cara. Sonó un crujir y se desplomó al suelo.

Los WinsclerkWhere stories live. Discover now