5. Clases

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Pasé la parte posterior de mi mano contra mi boca, secando el agua con el que me deshice de cualquier rastro de lo que en menos de cinto minutos pasé en el baño del que estaba saliendo. Aunque fue una falsa alarma, logré controlarlo. Me aclaré la garganta, suspirando lenta y profundamente para hacer que no sólo las náuseas, sino también el malestar en mi pecho se controlara por al menos éste momento donde más cuerda y firme necesitaba estar.

Mis vista iba centrada en mis pasos a medida que me acercaba más y más a la sala de profesores, mentalizándome en los pocos segundos que me quedan, tratando de distraer mi mente pero por dentro era un remolino de emociones y dolor. No me sentía bien, ni física ni sentimentalmente. Mi garganta ardía, mi estómago no dejaba de dar vueltas y nada tenía sentido cuando la emoción, desesperación y decepción se juntaban al mismo tiempo para hacerme ver todo de la manera más indecisa posible. ¿Estaba contenta? ¿Emocionada? ¿Triste? ¿Avergonzada?

─ Adelante. ─ Escuchar esas palabras después de tocar la puerta tampoco ayudaron a la situación. En lo más mínimo. Cubrí rápidamente mi boca con una mano, hiperventilándome con la otra y cerrando los ojos, intentando controlar mi respiración para calmar el malestar que lentamente subía por mi cuello.

Contrólate. Contrólate. Contrólate. Contrólate.

─ Permiso. ─ Murmuré por lo bajo, temblorosamente abriendo la puerta y cerrándola a mis espaldas.

─ Toma asiento. ─ Su voz. Su maldita voz. Las mariposas en mi estomago volvieron a revolotear incontrolablemente y al levantar la mirada hasta parecían comenzar a multiplicarse de todas las especies y colores habidos y por haber. Mis manos se aferraron a la liga de mi bolso colgando en mi hombro. Cada paso que daba era como si estuviera levitando hasta su escritorio, siendo atraída por tan sólo su presencia. Tomé asiento, sin saber bien qué hacer al ser la primera vez que me citaban a sala de profesores. Generalmente iban los delegados de las clases o quienes recibían faltas, casi nadie tenía acceso a ese lugar. ─ Tus padres llamaron, dijeron que no podrás poner máxima participación en mi clase. ¿Hay alguna manera de que pueda ayudar con eso?

Eres el único que puede hacerlo.

Mis ojos se agrandarlo al escucharlo. No contaba con que reportaran que algo iba mal conmigo. Era cierto que me recomendaron, al menos no hasta concretar con una cirugía o tratamiento, que deje de hacer esfuerzo físico para no causar daños al estar todos mis órganos expuestos a literalmente una planta que yacía en mi interior. Analicé un poco su expresión. Ojos rojos a medio abrir, piel pálida, cuerpo notoriamente relajado y no más interés que el necesario. Lo que me llevó a deducir que no, definitivamente no dijeron con exactitud qué me estaba pasando.

─ Sigo en estudios. ─ Mentí... En parte. ─ No saben lo que tengo, pero dijeron que para evitar que algo malo pase, hasta no obtener resultados, limite el uso de mi quirk y el entrenamiento. ─ Lo vi asentir, algo pensativo antes de volver a hablar.

─ Estás en tu último año, el más importante para graduarte como héroe y si pierdes mis clases, tus notas bajarán y mi clase es lo primero que miran si quieres entrar en una agencia. ─ Mordí la parte interior de mi labio, de acuerdo con lo que decía. La clase de Aizawa era la de entrenamiento, para lo único que nos esmeramos en todo nuestro recorrido en la UA y detenerme por esta estúpida enfermedad era lo más desafortunado que iba a influir en mi futuro. Con todo lo que estuvo pasando en los últimos dos meses, no pude evitar desconcentrarme de todo y centrarme en lo que si lo pensaba de más, seguía sin tener sentido. Descuidé lo que realmente importaba por un sentimiento que siquiera pedí. ─ De nada me sirve un estudiante sin hacer nada durante el entrenamiento físico, así que puedo darte clases de estrategia si estás de acuerdo.

Casi brinco de mi asiento al escucharlo. De tan sólo pensar en que podría obtener el mínimo de su atención en mí me hizo volver a ver colores por todos lados. Mis mejillas tomaron un color carmesí que fue imposible de disimular. Mis dedos se aferraron con fuerza del borde de la falda mi uniforme mientras asentía con la cabeza. Si bien por dentro era una lluvia de fuegos artificiales, no podía perder la formalidad por fuera.

─ Si no es problema para usted y sus horarios, tomaré la propuesta. ─ Sonreí sin mostrar los dientes, aceptando sin siquiera pensarlo. 

─Bien, estos serán los días. ─ Su mano tomó un bolígrafo para comenzar a escribir sobre una hoja que tenía en frente, siendo en ese preciso momento cuando mis ojos se posaron en un pequeño destello que destacó por un milisegundo en sus dedos.

Un anillo.

Pero no uno cualquiera. Anillo como esos eran muy fáciles de descifrar. En cuestión de un respiro mis hombros se relajaron, bajando sin ánimos, mis cejas se juntaron en completa desilusión y mi agarre en mi falda se aflojó. Las mariposas en mi estómago dejaron de revolotear libremente y ahora empezaban a pelearse entre ellas, sin espacio suficiente, golpeando con desespero para poder salir de mí, hasta juraba que de apoco perdían su color y ahora lucían como polillas que amenazaban por agujerear todo lo que haya a su paso. Y ahí estaba otra vez, la presión en mi pecho, el ardor agudo bajando por mi diafragma y subiendo lentamente por mi tráquea, obstruyendo mi respiración. Era como si las espinas a medida que escuchaba el sonido del bolígrafo siendo arrastrado en la hoja iban haciéndose más grandes, ocupando más lugar y perforando mis pulmones.

Estaba comprometido.

─ Te espero mañana, sé puntual. 

Parpadeé repetidas veces para desviar las incontrolables ganas de llorar que surgieron en ese momento, mordiendo mi labio inferior con fuerza y tomando el papel lo más rápido posible para guardarlo en mi bolso antes de levantarme de mi asiento. 

Te amo. Te amo. Te amo.

Las palabras que aquella vez escuché se volvían a repetir una y otra vez en mi cabeza con su voz retumbando en cada sílaba.

Estaba avergonzada. Demasiado como para siquiera mirarle a los ojos. Realmente me planteé decírselo más de dos veces, pensando sólo en mí sin tener en cuenta la realidad en la que estaba. Tener sentimientos a esta con edad hacia un hombre cuya propia preocupación de seguro era lograr obtener una familia estable mientras yo apenas sabía qué hacer una vez salga de esta institución.

No pude ni quise formular una sola palabra, simplemente hice una corta reverencia y al darle la espalda para dirigirme a la puerta mi manos de inmediato cubrió mi boca, haciendo el mayor esfuerzo posible para contener la tos pero sintiendo por mis comisuras escurrir el ya familiar líquido metálico recordándome que estar a su lado definitivamente no era la solución, todo lo contrario.

Te amo. Te amo. Te amo.

𝙷𝚊𝚗𝚊𝚑𝚊𝚔𝚒 // Aizawa S. X LectoraWhere stories live. Discover now