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Era domingo por la mañana, y Adora tenía ganas de quitarse la cabeza de lo mucho que le dolía. No dejaba de recriminarse por haber tomado de más, sabiendo que tiene poca tolerancia al alcohol. Hasta en eso la morena era mejor que ella, porque la vio tomarse muchos vasos de caipiriñas y ni siquiera se mareó. Lo peor era que lo recordaba todo. Recordaba cómo había hecho el ridículo, y para empeorar las cosas, debía volver a la salsoteca, porque había dejado su bicicleta ahí, amarrada afuera.

Rogaba al cielo que aún estuviera allí y no la hubieran robado, porque no era una bicicleta barata, y le había costado varios meses juntar el dinero para comprarla, más lo gastos que hizo para mejorarla. Todo el mundo le decía que con lo que había gastado mejor se compraba un auto, pero ella se negaba a ser una contaminante más, siendo que podía movilizarse perfectamente en bicicleta además de mantenerse en forma. Claro está, estuvo a punto de ser atropellada un montón de veces, pero ya estaba acostumbrada.

Así que tomó un bus para llegar a la salsoteca, que para colmo no se detuvo en su paradero, sino que 5 cuadras más allá, la rubia insultó mentalmente al chofer mientras bajaba, porque si ya debía caminar ahora se añadía más distancia. Ya extrañaba su bicicleta, y apenas habían pasado algunas horas.

Cuando llegó al lugar, se le hizo un nudo en el estómago. No estaba donde la había dejado. Revisó la vereda de al frente, se dio mil vueltas por el lugar y no había rastro ni de su candado siquiera. La salsoteca estaba cerradísima, y tenía entendido que los domingos no abrían. Se puso a pensar en la noche anterior, entonces recordó que tenía el número de Catra, y se le vino a la cabeza la imagen de sí misma escribiéndole. Oh no, pensó. Al parecer, no había terminado de hacer el ridículo cuando le habló a Catra y terminó en un taxi.

Revisó su chaqueta con desesperación hasta que encontró su teléfono y abrió whatsapp. Había un chat con Catra más un emoji de corazón. Ni siquiera recordaba haberla agregado. Lo primero que le escribió fue "Wii, tengo tu teléfono". Se llevó una mano a la frente, qué vergüenza se daba a sí misma. Catra la ignoró completamente para preguntarle por la clave del candado de su bicicleta. Por suerte le dio la clave correcta. Luego de unos minutos, Catra le dijo que el staff de la salsoteca le guardó la bicicleta, pero de todas maneras le dejó el candado puesto a una rueda.

Adora sentía que podría llorar de felicidad, que mujer más buena y pura de corazón, pensó. Por supuesto que en el futuro la rubia no pensaría jamás en que era pura de corazón, porque buena si estaba, pero no era lo mismo. Así que Adora, con cierta resignación, decidió hablarle nuevamente a Catra.

—Hola, lamento mi comportamiento de anoche, estoy muy avergonzada —le escribió. Si quería su bicicleta de vuelta, debía bancarse la vergüenza, no quedaba de otra.

Para su sorpresa, Catra no le dejó el visto ni la hizo esperar horas por una respuesta.

—La verdad, fue divertido verte así. Claro que te iba a dar vergüenza, si hasta me confesaste que te gustaba. Quien diría que eras tan lanzada, gringa.

—Creo que mi español es lo suficientemente bueno como para que me llames gringa, no soy gringa.

—Adora, me hablaste varias veces en inglés anoche.

—Hablemos de otra cosa por favor.

—Ok. Si quieres recuperar tu bicicleta, te dejo el contacto de Juanga. Él tiene las llaves del local, para que te la pase.

—Muchas gracias por guardarme la bici, es mi medio de transporte. Eres muy amable.

—De nada, te recomiendo hablarle en unas 2 horas más, aún debe estar durmiendo. Suerte.

La salsa de la gringa - Catradora AUWhere stories live. Discover now