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La música sonaba de fondo, muy a lo lejos en su mente. Aunque el lugar estaba lleno de gente, Adora lo único que percibía era ese par de ojos heterocromáticos que la miraban, con esa sonrisa encantadora. Sus manos estaban entrelazadas, y la rubia deseaba que aquello no acabara nunca. Un par de veces se equivocó, y sus pechos se toparon brevemente, acelerando su corazón de la emoción.

Catra a veces guiaba una de sus manos a su cintura, Adora no sabía qué hacer, se moría por tocar más, pero se reprimía, por lo que su cuerpo se ponía rígido, así que Catra tenía que corregirla cada vez que sucedía eso. Le divertía la reacción de la rubia, no sabía por qué se comportaba así, ya que ella siempre había sido directa en sus relaciones, si le gustaba una mujer iba tras ella hasta conseguir lo que quería y punto. Si surgía el amor, bien, y si no, podían ser buenas amigas o no hablarse nunca más, dependiendo del caso.

Catra tenía muchas ganas de llevarse a Adora a la cama. Había mucha química entre ellas, sus cuerpos parecían reaccionar positivamente la una a la otra, y aquella noche parecía perfecta. La morena no se imaginaba en el dilema moral en el que se encontraba Adora, que se sentía nerviosa por la presencia de Melog, que estaba un poco más allá bailando con otra chica, y parecía disfrutarlo.

Sin embargo, Catra no dejaba de coquetearle, porque aunque estaba pendeja Adora no era ciega, sabía que esas miradas, cómo le tocaba, o aquella sonrisa deslumbrante no era una simple cuestión amistosa. De pronto se sentía sumamente acalorada, y la morena no ayudaba a bajarle la temperatura precisamente. De alguna manera, estar con Catra se sentía como lo correcto, como si inevitablemente la unión de ambas estuviera destinada a suceder.

Además, Catra sabía cómo moverse. Sus movimientos de caderas eran fluidos, lo que hacía que todo su cuerpo se viera sexy al son de la música, el ligero rebote de sus pechos, sus labios rojos ligeramente carnosos, que invitaban a besarlos, esa mirada felina que la hipnotizaba, ese perfume que la embriagaba al acercarse, ese maldito vestido que resaltaba sus curvas y la hacía desear arrancárselo. Todo esto volvía loca a Adora, que no entendía cómo en unos minutos la situación había cambiado tanto, esa tensión entre ambas era prácticamente palpable.

Catra, por supuesto, tampoco había dejado de observar a Adora. Aunque las rubias no eran especialmente su tipo, Adora tenía una personalidad que le hacía querer aprovecharse de ella, de su ingenuidad, pero como la morena era antes que nada una buena persona, no lo hacía. Pero eso no quitaba que, al ver el cuerpo tonificado de la rubia no quisiera tocarla y devorarla. Adora despertaba en ella un instinto primitivo, quería sentir su piel, su humedad, besarla, morderla y toquetearla entera.

Por eso le estaba dando todas las señales, un poco de juego previo no le hacía mal a nadie, era cierto que en un principio sus intenciones sólo eran las de enseñarle a bailar mejor, pero no pudo evitarlo, ver a la rubia moviéndose como su compañera, que la tomara de la cintura, la guiara en el baile, de alguna manera había terminado encendiéndola, y Catra jamás se había quedado con las ganas, y esta vez no sería la excepción.

Al parecer tendría que ir con todo, porque Adora seguía resistiéndose por alguna extraña razón, tal vez era una romántica, pero Catra sabía muy bien de lo que era capaz, por lo que estaba segura que ni siquiera Adora podría resistirse a sus encantos por más tiempo. Así fue como la morena decidió "chocar por accidente" cada vez que podía con la rubia. El contacto físico la haría desear cada vez más, porque la temperatura ya había subido, pero Catra pensaba llevarla al punto de ebullición.

La pobre Adora, al final, superó su fase de rigidez, y comenzó a simplemente dejarse llevar por la música, intentando bailar lo mejor posible, porque quería repetir esa experiencia con Catra, nunca se había divertido tanto bailando en su vida, además de que la morena estaba preciosa aquella noche, y demasiado sexy. Aunque no quería interferir en la relación de ella y Melog, lo cierto es que los movimientos y los roces con Catra la tenían completamente caliente.

La salsa de la gringa - Catradora AUWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu