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Artista imagen multimedia: Timevortexgirl (twitter)

Tras unas semanas en las que tanto Adora como Catra tuvieron sus días bastante ocupados en el trabajo, por fin pudieron tener una cita en un lugar donde vendían sushi, ramen, udon, yakisoba, takoyaki, entre otros platos japoneses. La rubia parecía brillar de la felicidad, lo que hacía sonreír sutilmente a la morena, que no podía dejar de pensar en lo hermosa que se veía mostrando su entusiasmo de cachorrito.

—De postre podríamos pedir unos dangos, me encantan —dijo con entusiasmo Adora.

—Claro, aunque creo que no los he probado —respondió Catra.

—Bueno, si no te gustan, me los puedes dar a mí —sugirió con sinceridad la rubia.

Catra sólo se rio como respuesta, asintiendo con la cabeza. Mientras Adora hablaba con la mesera, no pudo evitar recordar las palabras de su hermano. Tal vez se estaba enamorando de ella, parecía difícil no hacerlo, considerando que todo se sentía familiar y natural estando con ella.

Mientras comieron, conversaron y rieron, aunque por momentos también hablaban con mucha seriedad. Catra había tomado una decisión al final de la cita, decisión que hacía mucho tiempo no tomaba en serio. Salieron del lugar directo al jeep de Catra, irían a su departamento. Tenía que sacárselo de encima, no iba a esperar más.

—Hey Adora.

—Dime.

Catra se detuvo, para posicionarse frente a ella y mirarla directamente a los ojos. Adora tragó saliva, de pronto la morena parecía muy seria.

—¿Quieres ser mi novia? —preguntó sin más rodeos. Catra por primera vez sentía necesario decirlo, porque no pensaba compartir a Adora, y estaba segura que necesitaba aclarárselo.

—Sí —respondió con una amplia sonrisa la rubia, abrazando a Catra con fuerza y luego besándola tiernamente.

Catra tomó la mano de Adora, entrelazando sus dedos con los de ella, y continuó caminando hacia el jeep. Se sentía tranquila, aunque su corazón aún estaba acelerado por haber formulado la pregunta. A pesar de que estaba segura que le diría que sí, se puso nerviosa de igual manera.

Al llegar al departamento, Adora no se aguantó más las ganas y besó intensamente a Catra, tomándola por sorpresa. Su felicidad era directamente proporcional a su líbido, y en ese momento se sentía en las nubes de lo feliz que estaba, y por ende la morena iba a recibir su merecido.

La rubia se separó con dificultad de Catra, quedándose perdida en su mirada por unos segundos. Aquel par de ojos heterocromáticos brillaban de deseo, y algo más. Acarició sus mejillas, ya que estaba sujetando su rostro con ambas manos para besarla. Su piel estaba suave como siempre, y por unos segundos admiró sus cejas perfectamente delineadas y sus grandes pestañas, le parecía adorable.

—Vamos a la cama —le ordenó Catra.

Adora la siguió como hipnotizada, mirando el movimiento sutil de las caderas de la morena. No pudo evitar darle un agarrón juguetón a su trasero, gesto al que Catra reaccionó sonriendo. Le gustaba que Adora la tocara, le parecía indispensable el contacto físico entre ambas, aunque fuera un solo roce, o un inocente beso en la mejilla.

Ya en la habitación, el ambiente se volvió diferente. Algo en la petición de Catra había cambiado la percepción de ambas sobre su relación. Adora comenzó a desnudarse con rapidez, sin dejar de mirar intensamente a la morena, que la imitaba haciendo lo mismo. Luego la rubia se acercó, y ambas se fundieron en un apasionado beso.

Adora acariciaba la espalda de la morena mientras repartía besos por su cuello, lento y pausado, disfrutando de su suave piel, de su olor dulce. Bajó un poco más, deleitándose en los pechos de Catra, que gemía ante los toques de la lengua de la rubia. Adora estuvo un buen rato jugando con los pezones endurecidos de la morena, hasta que tocó con su mano el sexo de Catra, estaba muy húmeda.

La salsa de la gringa - Catradora AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora