Capítulo 12

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El sonido amortiguado de los jeans cayendo al suelo, sufriendo el mismo destino que la cara chaqueta italiana, apenas pudo sentirse por encima de sus respiraciones aceleradas. Las manos de Rogue recorrieron el torso de Klaus, aún sin interrumpir un largo y profundo beso sus manos encontraron la hebilla del cinturón. Finalmente la boca del hombre abandonó la suya, justo para concentrarse en ese lugar en la curvatura de su cuello que la hacía gemir en anticipación, las manos calientes de Dreyland ascendían por su abdomen, justo hasta el borde de su sostén.

-¡¿Qué quieres decir con que no puedo entrar a...?!

La puerta del despacho se había abierto de golpe, dejando ver a la recién llegada que había quedado de piedra.

¡Clack!

El sonido metálico de la hebilla contra el suelo cuando ciertos pantalones finalmente cayeron al suelo fue como un estruendo en el súbito silencio que se había hecho.

-¡Joder mamá!- medio gruñó el hombre, dando un paso al lado de forma que cubriera un poco mejor el cuerpo de Rogue.

-Hola, madame Dreyland- soltó la chica apoyándose en los hombros de Klaus para asomar su cabeza por un costado, el cabello negro cayó como una cascada enmarcando la traviesa expresión con que le dedicó una sonrisa a la mujer.

-Hola cielo, no sabía que estabas aquí, no hubiera interrumpido- la señora se disculpó con tono afable.

-No hay problema.

-¿¡Podrían dejar la charla para cuando estemos vestidos!?

-Nunca te atrapé con nadie mientras eras un adolescente viviendo bajo mi techo, con todo y que era un burdel. ¿Quién me diría que lo haría cuando ya eres adulto y en tu despacho nada más y nada menos?

-¡Mamá!

-Bien, bien, les doy un momento para que se pongan presentables, esa modestia no la heredaste de mí eso seguro...

Finalmente un click les anunció que habían quedado solos. Klaus suspiró al sentir a la mujer temblar entre sus brazos.

-Arriba, suéltalo.

Rogue no necesitó más para soltar la carcajada que estaba conteniendo, Klaus tuvo que sujetarla para que no cayera del borde de la mesa.

-Me alegra que te estés divirtiendo.

-Oh vamos, no te pongas tan serio- Rogue se pasó las manos por el rostro en un intento de calmar la risa.

-Vamos a vestirnos antes de que se aburra y vuelva a entrar.

-Descuida cariño, protegeré tu modestia- los ojos índigo y la pícara sonrisa que le dedicó la mujer lo dejaron atontado por unos segundos hasta que su mente procesó lo que ella acababa de decir.

Se tragó lo que iba a responder y en su lugar le dio un rápido beso en los labios antes de soltarla y comenzar a recoger la ropa que habían dejado desperdigada, justo por eso no vio el afecto que por un momento se dibujó en la mirada de la mujer.

Unos diez minutos después, finalmente vestidos y sentados a una mesa en uno de los salones privados, Rogue se dedicó a estudiar a Madame Dreyland, el parecido entre madre e hijo era innegable, desde color de ojos al cabello, si había una diferencia notable era el tono de piel, el de Klaus era un poco más oscuro, con una especie de bronceado natural probablemente heredada del lado paterno, mientras que Analise Dreyland bien podría pasar por un miembro de la realeza victoriana.

La impecable elegancia era otro símil, y un atractivo magnetismo que los años no habían logrado disminuir, era acentuada por un elegante vestido lápiz de color azul claro y su cabello castaño corto formaba suaves ondas que enmarcaban su rostro, no había una gota de maquillaje innecesario lo que le daba a la mujer de más de cuarenta años un aspecto que podría envidiar cualquier mujer en sus treinta años, no llevaba más prendas que los aretes de perla, y un muy estilizado reloj de pulsera plateado.

BrujaWhere stories live. Discover now