Capítulo 28

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Enzo

Me remuevo en la cama, arropándome más con la manta de la cama buscando calor, mi esposa me proporciona del suyo con su cuerpo desnudo pegado al mío, pero aún así tengo frío.

-Maldito frío- murmuro entre sueños- dea, enciende la calefacción-

-Ve y hazlo tu mismo, no es muy difícil- me espeta- no seas llorón, que tu quisiste quedarte a congelarte el culo-

Me río, abriendo los ojos para encontrarme con el techo de su apartamento, los tallo para quitarme el resto de sueño. Veo a mi lado, como mi esposa duerme plácidamente boca abajo solamente la manta la cubre de la cintura para abajo, dejándome ver su espalda desnuda.

-¿Cómo es que no tienes frío?-

-Este es un día cálido, comparado con el verdadero invierno- gruñe- ahora, cállate y déjame dormir-

-Otro recordatorio para no pasar las fechas navideñas aquí- murmuro.

Miro la ventana, está un poco nublado pero los tenues rayos del sol logran colarse entre las nubes. Un escalofrío me recorre cuando mis pies tocan el piso frío.

-Definitivamente, yo no soy de clima frío-

El apartamento de mi esposa tiene calefacción, pero en Rusia las noches suelen ser como un congelador, por lo tanto el lugar es como el polo norte. Suspiro, poniéndome de pie para ir acomodar la calefacción y no congelarme en el proceso.

Bajo las escaleras hasta donde se encuentra el termostato, lo abro y comienzo a maquinar con los botones.

-Calor, calor...-murmuro- ven a mí y caliéntame-

Termino de acomodar la calefacción y sentir la diferencia en el piso, suspiro de alivio. Estoy a punto de subir de nuevo las escaleras para hacerle compañía a mi esposa, cuando escucho el timbre de la puerta. Frunzo el ceño, mirando la hora.

Es temprano

-¿Quién será?- susurro- si mejor hago que no he escuchado, dejarán de molestar-

Subo el primer escalón, entonces el sonido del timbre vuelve a escucharse. Suspiro en resignación.

-No queda de otra-

El sonido vuelve a resonar por el lugar, gruño.

-¡Voy!- grito

Camino hasta la puerta y la abro de golpe. Mis cejas se arquean al ver a la víbora detrás de la madera, me mira de arriba abajo. Entonces, una de sus cejas se arquea.

-No sabía que te iba lo exhibicionista-

Me maldigo internamente, al recordar que estoy completamente desnudo. Rea, se ríe ante mi reacción.

-Para que lo sepas, así duermo- espeto mientras sonrío- y a tu amiga, le gusta que duerma así para darme unos buenos días-

Su sonrisa se borra, arruga su nariz.

-No quería saber eso, asqueroso-

Una carcajada sale de mis labios, me hago a un lado para dejarla pasar. Entra pasando por mi lado, me golpea ligeramente en el abdomen. Sonrío, cerrando la puerta detrás de mí.

-¿A qué debo tu hermosa y cordial visita cuñadita?- digo con sarcasmo, rueda los ojos- me iba a dormir-

-Necesito...- me mira- ¿Puedes al menos vestirte?-

-¿Desde cuándo tanto pudor?- arqueo una ceja- como si no vieras a tu marido desnudo todos los días-

-Pero veo algo decente cada mañana, idiota- baja sus ojos- aunque admito, que tienes un buen par de pelotas ahora entiendo, por que a mi amiga le gusta hacerte mamadas-

Dolce amoreWhere stories live. Discover now