Capítulo 42

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Karla

Hago una mueca, cuando la enfermera cura mis heridas de la espalda, suspiro cuando siento como saca un pequeño pedazo de vidrio de mi piel.

Después de saber que todos estábamos vivos, nos dirigimos hacia un hospital para que trataran nuestras heridas y que un médico, viera a Rea, por su embarazo.

Maldita sea...— siseo en griego— espera que te ponga las manos encima, zorrina pelirroja. Me las cobraré cada una de ellas

Escucho la risa ahogada de Enzo, quien me observa desde la camilla a mi lado. Otra enfermera también, estaba curando sus heridas y los hematomas de su espalda.

—Dea, sabes que no entiendo el griego y la enfermera tampoco— responde con diversión.

Que bueno— mascullo— maldita sea

—Dea—

—¿Qué?— gruño, miro a la enfermera— oiga, debo decirle que soy la peor paciente que puede tener, también soy enfermera—

—Y yo lo confirmo— agrega mi esposo entre risas— así que, no se preocupe si la maldice todo el tiempo—

La enfermera que me atiende, simplemente se ríe mientras niega divertida.

—La comprendo perfectamente, es difícil estar del otro lado. Cuando se supones que salvas vida—

Miro a mi esposo con una sonrisa, en un acto infantil le saco la lengua. En respuesta, el también me saca la lengua.

—¿Ves, Eros?— digo en burla— ella me comprende... ¡Ay!—

Chillo, cuando siento el pinchazo de dolor cuando tantea los bordes de las heridas de mi espalda.

—Lo siento, se irá en un momento—

—Llorona— se burla mi esposo

En represalia, le muestro mi dedo del medio. Simplemente, niega divertido sin dejar de reírse.

Ciertamente, no sé si debería preocuparme que después estar casi al borde de la muerte. Nosotros solamente no estemos molestando, por pequeñeces y sin tomarle mucha importancia a que uno de los dos, podría haber muerto en esa explosión.

Mi ánimo baja un poco, al recordar los sucesos de las últimas horas. Trago saliva, cuando mi mente proyecta el momento del derrumbe y la explosión.

Por poco, lo pierdo para siempre.

Enzo, parece notar mi cambio de ánimo, porque me sonríe.

—Aquí estoy, dea— me mira— y no me iré. Nunca—

Sonrío ligeramente.

—Más te vale, idiota— resoplo— necesitas aguantarme más tiempo—

—Oh, dio. Que Lucifer, me libre— rueda los ojos con falso sufrimiento, me río— ¿Sabes? Ahora, que todo terminó te daré el divorcio. Si paso otros seis meses contigo, terminaré suicidándome con cianuro—

No puedo dejar de reírme ante su escena dramática, cruzo mis brazos por encima de mi pecho. Mirándolo con desafío y burla.

—Bien, haré una fiesta de divorcio— sonrío— para festejar que me libre de un idiota sin cerebro—

—Bien, le diré a Dante, que me lleve a un bar nudista como fiesta de divorcio—

—Bien— afirmo con orgullo.

Las enfermeras solamente se ríen, ante nuestro acto de una pareja que ha decido divorciarse por que ya no se soportan.

—Bien— responde igual manera— no fue un placer, estar casado contigo, Karla—

Dolce amoreWhere stories live. Discover now