Capítulo 34

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Enzo

Tomo una respiración profunda, para no perder los estribos ante el daño en mi casa, ante la llegada de los renacuajos Stirling, junto a su padre y niñera.

Recordatorio

Ahorcar a la víbora

De todos los lugares a los que pudo quedarse, tenía que escoger mi casa. El lugar sagrado de mi esposa y mío. Gruño, cuando escucho una risa a mi espalda; me doy la vuelta para fulminar con la mirada a Serguei.

-Ni se te ocurra decir algo, cabron- espeto- o te corro de mi casa-

Sevastien, suspira al ver a sus hijos corriendo de un lado a otro por la casa.

-Pensé que mi esposa me te había avisado-

-¡JA!- digo con sarcasmo- esa víbora, prefiere tirarme el veneno por sorpresa antes de planearlo, por cierto, ¿dónde está?-

Sonrío con maldad

-Para verla y que una bala, le haga una agujero en cualquier órgano-

-No vas a meterle una bala a mi esposa, Enzo- gruñe Sevastien- ya ajustaré cuentas, yo con ella-

Ruedo los ojos, pero asiento de mala gana. Veo a los renacuajos ir de aquí para allá, esos dos ciertamente tienen energía que parece no tener fin.

Esto será un desastre

-¿Alguien sabe cómo se apagan dos mocosos de diez y siete años?- cuestiona Serguei.

-Por curiosidad- inquiero- ¿A qué vienes tú?-

-Vengo de niñera- rueda los ojos- opciones no me quedaban, solo diré que es culpa de la estúpido que tengo como jefe-

-Cállate, Serguei. Que te estoy pagando el servicio de niñera de mis hijos-

Con falsa indignación, el guardaespaldas ruso se lleva una mano a su pecho.

-¡Claro que tienes que pagarme, cabron!- refuta- ¡Yo trabajo para cuidar tu culo, no el de tus hijos!-

Me río, negando.

-¿Y el amor de tío favorito dónde quedó?- digo irónico

-En el mismo lugar donde se fueron tus doscientos euros-

Mi risa muere ante su respuesta, le muestro una seña obscena mientras vemos como Sevastien, trata de coger a sus hijos. Suspiro, cuando el renacuajo mayor rompe uno de mis floreros importados de Japón, Ethan me mira con cierta culpa.

-Lo siento, tío Enzo-

Suspiro, mirando al padre quien niega con la cabeza.

-Amaba ese jarrón y mi esposa también- digo- espero que traigas tu chequera, Stirling-

-Traigo cuatro, ¿tú qué crees?- mira a sus hijos- contrólense, renacuajos. O los tres, terminaremos con regaño-

-Dirás cuatro, papá- responde Ethan- el tío Serguei, también cuenta-

-¿Y por qué me metes en el mismo saco, mocoso?- refuta el susodicho, me río- ah, no. Ni pienses, que limpiaré tus desastres, Ethan-

Una sonrisa malvada se asoma en el rostro del niño, con la misma actitud arrogante y natural de su padre. Suelta de golpe.

-Entonces, yo le diré a mamá. Que hace semanas atrás, nos llevaste al parque de diversiones en vez de la escuela-

-¿¡QUE!?-

El grito de Sevastien, resuena por la casa. Fulmina con la mirada a Serguei, quien solo mantiene su vista fija en los niños.

-Traidor- sisea, mira al ruso- verás...-

Dolce amoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora