Dos

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Si es que soy imbécil

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Si es que soy imbécil.

«Todo el vagón acaba de oír a Charlie. Me quiero morir» escribí acompañando caras de horror.

Debería saber ya como son los audios de Charlie para no hacer ni siquiera la tentativa de oírlos en público sin llevar cascos.

Pero no escarmentaba, tal vez porque eran demasiado golosos para esperar a oírlos.

Las mirada furtivas cesaron, pero como es lógico y normal, nadie mencionó nada, así que actué como si no fuera conmigo la cosa.

Miré el chat y las risas de Ana e incluso Lorena no se hicieron esperar y ni corto ni perezoso, Charlie mandó otro audio.

No. Esta vez espero a bajar del vagón por mucho que me tiente.

Bloqueé el móvil porque sabía que la tentación me podría y comencé a dar pequeños golpecitos con él en mi pierna, me quedaban solo dos paradas y luego una buena caminata hasta el apartamento donde mandaría los tacones directamente al cubo de basura.

—¿Eres de aquí? —oí a mi izquierda y supe que era el mismo tío que me había preguntado si el tren iba hacia Rivas.

—No —respondí secamente sin mirarle.

—Pero conoces la ciudad, ¿no? —insistió y me pareció demasiado descortés no mirarle.

—Un poco, llevo aquí nueve años —sonreí vagamente solo para ser cordial, total... llegaba mi parada y me iba a bajar.

Observé que tenía los ojos bastante oscuros al igual que el cabello, no era feo, desde luego tampoco guapo pero nada en él atraía mi atención como para desear tirármelo solo por olvidarme de mi penosa existencia.

—Te invito a cenar si me enseñas la ciudad —mencionó como si fuera la gran oportunidad de mi vida.

Sinceramente no me apetecía una mierda cenar con ese tío. A ver, era normal... del montón y probablemente sería un buen chico aunque no me atrajera. ¿Igual solo buscaba un polvo? Pero al menos había ofrecido pagar una cena y parecía querer pasar tiempo conmigo, no eran de esos que van al grano y punto.

Desde luego me vendría bien comer algo que no fueran cereales por una vez.

—Solo si elijo yo el restaurante —sonreí.

Este no me va a hacer que me patee la ciudad a cambio de un mísero burguer King de porquería.

El chico pareció sonreír y sacó su teléfono del bolsillo con la intención de que le diera mi número, se lo di y pareció esperar que le dijera mi nombre.

—Soy Héctor por cierto... —dijo haciendo amago de que le revelase como me llamaba.

—Alexa —dije esperando su reacción.

Normalmente había dos tipos de reacciones, una en la que no decían nada y la otra...

—¡Anda!, ¡Como el asistente de Amazon! —exclamó y fruncí el ceño.

Te vas a cagar, voy a elegir el restaurante más caro que encuentre en la ciudad.

—¿Si? No me había dado cuenta, fíjate tú... —ironicé porque estaba harta de la bromita de los cojones.

¿Es que Amazon no podía haberle puesto a su aparato un nombre inexistente? Pues no, de entre todos los nombres que hay en el mundo —Que son unos cuantos miles—, tenía que ponerle el mío.

—Perdón, debes estar cansada de que te lo digan todos, soy poco original. —Al menos lo admitía, punto a su favor.

Vale, no el más caro, pero será caro de narices.

—Me bajo aquí —respondí dando un paso hacia las puertas.

—Te llamo y quedamos luego, ¿Vale? —insistió como si temiera haber metido la pata y que no le respondiera al teléfono.

Tú tranquilo, que hasta después de la cena pienso seguirte el rollo.

—Estupendo —sonreí pensando en el pedazo de bistec que pensaba comerme esa noche a su costa.

En cuanto bajé del vagón y me encaminé hacia el pasillo que daba a la salida de la estación desbloqueé el teléfono para enviar un audio.

—Le he sacado una cena al tío del metro, elijo restaurante a cambio de hacerle de guía por la ciudad, ¡Adivinad quien va a beber vino del caro y un buen filete esta noche! —exclamé contenta—. Al menos ahogaré mis penas en alcohol del bueno.

Solté el dedo y pulsé el audio de Charlie, entre tanta gente me importaba un cuerno que lo oyeran.

Risas de Charlie descojonandose la pata gracias a mi «Fijo que ahora el tío del metro tiene un empalme de tres pares de narices» dijo mientras se seguía riendo a mi costa.

¡Será cabrón!, ¡Menos mal que no me dio por oírlo en el vagón!

Subí las escaleras conforme mi móvil no dejaba de emitir sonidos, estaba claro que habían oído mi mensaje sobre la cena con el tío del metro.

«¡Ese quiere que le hagas de guía pero hacia tu cama!» exclamó Ana.

¿Cómo narices mandaba esos audios si siempre había mogollón de gente en la recepción? No lo entendía, pero de un modo u otro lo hacía.

«Que majo el chico, lo mismo se merece una oportunidad y todo» soltó Lorena, la única romántica empedernida del grupo, pero aún así no le cuajaba ningún novio, ahora mismo estaba con un compañero de trabajo, llevaban tres semanas, todos nos habíamos apostado que al mes no llegaba, sus expectativas eran demasiado altas y ningún tío moderno las completaba.

«Si ha dicho que es mediocre, como mucho puede hacerle una obra de caridad» mencionó Ana acompañando emoticonos guarros.

«Espera a ver su cara tras pagar la cuenta, si no se inmuta te lo empotras y si ves que se sorprende mándale a freír monas» concluyó Charlie haciendo que sonriera ante su ocurrencia.

Me importaba muy poco que estuviera forrado o no, nunca me habían interesado ese tipo de cosas en una relación.

«Dudo que uno que tenga pasta decida coger el metro, lo más normal es que tuviera coche» concluí saliendo de nuevo al mundo terrenal y dejando el inframundo bajo mis pies.

Di dos pasos y trastabillé

—¡Putos zapatos de tacón, no le diera un dolor al que los inventó! —exclamé dando gracias por no haberme partido la crisma.

El pitido de mi móvil hizo que mirase de nuevo, era Charlie.

«Entonces no le abras las piernas, Poseidón es una mejor elección para ti, cariño» Lo había escrito, evidentemente estaría en algún lugar donde no podría hablar.

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