14. Los hermanos Rodríguez

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Pasar toda la mañana viendo anime con mi compañera favorita en el trabajo era la mejor de las decisiones que había tomado en la semana

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Pasar toda la mañana viendo anime con mi compañera favorita en el trabajo era la mejor de las decisiones que había tomado en la semana.

En el fondo me sentía como una criminal, haciendo la cosa mas rebelde del mundo y nadie podía detenerme.

Pero como siempre, satanás personificado en el cuerpo de mi jefe, tenía planes para mí.

Aunque no les voy a mentir, el encargo de hoy fue entre extraño y conveniente porque me dejaría el resto del día libre.

Tan solo tenía que hacer algo: pasar por la embajada China a recoger nuestros pasaportes que estaban listos para el viaje a Shanghái y entregarle el suyo a Liam en una dirección que se detalla en el mensaje.

Mi primera reacción al leer el correo donde me pedía todo eso, fue cuestionarle el porqué no le requería eso a uno de los mensajeros que teníamos en la oficina, a lo cual el respondió que no confiaba en ellos para que cargaran con su pasaporte si la semana pasada perdieron unos documentos importantes que él les había solicitado.

Yo rodé los ojos.

Entonces, luego de unas dos horas de espera y un viaje en bus, me encontraba frente a la puerta de un apartamento, ubicado en una torre residencial muy bonita en uno de los barrios más decentes de la ciudad.

¿Acaso él vivía aquí?

Vaya, nosotros sí que estábamos cruzando fronteras últimamente.

A ver, era justo después de todo que yo conociera el lugar donde él vivía. A fin de cuentas, él hasta durmió en mi cama y tomó café en una de mis tazas.

Toqué el timbre y mientras esperaba a que me abriera, se me ocurrió mirarme en la pantalla de mi móvil para comprobar que mi labial estaba intacto y mi cabello en su lugar.

No es que me molestara lo que Liam pensara de mí, pero esta era la primera conversación que tendríamos luego del beso, así que quería lucir como que no me afectó en lo absoluto.

A pesar de que había repasado la escena en mi cabeza unas treinta veces de camino aquí.

Pero las expectativas y la pizca de emoción que nació en mi pecho, se esfumaron al tiempo que la puerta de madera oscura se abrió y reveló a un niño pequeño de cabello castaño y ojos grises que aún llevaba puesto el uniforme del colegio.

— Este... yo.... —empecé a tartamudear—. Creo que me he equivocado de piso, disculpa.

El pequeño, que apenas llegaba a rozarme las costillas con su estatura, alzó una ceja y juraría que me estaba dando la mirada más acusatoria que he recibido en la vida.

—Eres la que estaba fornicando con mi hermano Liam la otra semana, ¿no es así? —me dijo de brazos cruzados.

¿Acababa de decir eso?

Creo que me acosté con mi jefe.Where stories live. Discover now