21. Tú me odias y yo te odio

31 5 2
                                    


Cuando llegué a mi puerta, Liam estaba dormido a un lado del pasillo.

Llevaba puesto el mismo traje de hace un rato en el congreso, pero se había quitado la chaqueta y doblado las mangas de su camisa hasta arriba de los codos.

Esto me recordó al día en que lo encontré durmiendo en mi habitación y una sonrisa se coló en mi cara.

—Hey, idiota —murmuré para no despertar a los demás huéspedes del hotel—. Necesito que te muevas para poder entrar.

No se movió, pero se quejó por un momento, luego abrió un ojo y parecía entre asustado y confundido cuando se percató de que se trataba de mi.

—¿Qué hora es?

—No mucho más de las ocho, supongo.

Él alzó una ceja.

A pesar de que se veía demasiado despeinado, tenía cierto encanto que lo hacía ver lindo de algún modo.

—¿Tan temprano acabó la fiesta?

Me eché a un lado junto a él, porque si tendríamos esta conversación por lo menos quería quitarme los tacones.

—Eddie me invitó a conocer a sus amigos pero me sentí incómoda, entré en pánico, alguien me hizo derramar mi trago sobre mi vestido y huí —respondí señalando mi atuendo manchado—. Y sigo molesta contigo, no te confundas, solo te uso para desahogarme.

Él se rascó la parte trasera de su cabeza.

—Yo... iba a disculparme contigo. Me expresé de la peor manera posible y acepto toda la responsabilidad de mis palabras pero te juro que eso no era lo que quise decir —resopló cansado.

—Oh, ¿hablas de aquella vez en la que te referiste a mi falda corta poco profesional? Casi lo había olvidado —Me hice la desentendida para molestarlo.

Él me fulminó con la mirada.

—Te veías bien, demasiado —dijo mirándome a los ojos—. Eso lo notó Eddie y cualquier otra persona que se encontraba en el congreso porque no era tu falda lo que te hacía llamar la atención, es tu cabello, tu sonrisa, la manera en que tu piel parece brillar todo el tiempo y hasta la cara que pones cuando estás concentrada. Tu atuendo solo fue un extra, eso era exactamente lo que quise decir, pero en su lugar dije la primera bobada que me llegó a la mente porque no quería ser tan obvio de mis sentimientos por ti, así que te enojaste y como no tuve el valor de ir a verte en la fiesta  para disculparme decidí esperarte acá fuera, pero después el jet lag atacó y no sé en qué momento me dormí.

Cada músculo de mi cuerpo se tensó.

El aire de mis pulmones parecía haberse escapado para no volver más junto con mi habilidad de formular cualquier palabra o pensamiento.

¿Acaso tomé mucho alcohol y ahora estaba imaginando cosas?

Si, eso mismo debió haber sido.

Aunque creo que no tomé en ningún momento.

—¿No vas a decir nada? —cuestionó ante mi falta de comunicación.

Me reí incomoda en mi lugar.

—No me lo vas a creer, pero por un momento escuché que dijiste que tenias sentimientos por mi, y que mi piel brilla y que-

—Eso fue exactamente lo que dije.

Creo que me atraganté con mi propia saliva.

—Eso es imposible —ataqué—. Tú me odias, yo te odio y mutuamente nos odiamos. Me lo has dejado muy en claro todo este tiempo.

Creo que me acosté con mi jefe.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora