23. Disneyland en Shanghái

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Disneyland en Shanghái era diferente pero, al mismo tiempo, parecido al de Estados Unidos en varios aspectos.

Tenía la esencia y la nostalgia de siempre, pero a la vez un toque de la cultura tradicional china que lo hacían sumamente curioso y encantador.

El parque tenía la clásica variedad de dulces con la figura de Mickey y algunas variedades que no reconocí ya que eran encantos locales.

Las montañas rusas, atracciones acuáticas, música china, juegos, los personajes y, por supuesto, mercancía tan sobrevalorada que ponía mi estabilidad financiera en juego, estaban a la orden del día.

Y por eso llevaba dos bolsas llenas de mierda que no sabía en qué maleta llevaría de regreso a mi país.

Oh, y también me había comprado unas orejas de Minnie que me quedaban preciosas.

—Estoy agotado —espetó Liam.

—¿Enserio? vaya, no aguantas nada.

Mi compañero me miró con una expresión severa.

—Disculpame porque considero que subir una montaña llena de obstáculos es físicamente demandante. Eso sumado a las otras cuatro montañas rusas a las que nos montamos y las 3 bolsas llenas de piedras que te estoy cargando.

Además de todas las atracciones que mencionó Liam también comimos muchos dulces y snacks curiosos que nos llamaron la atención, al igual que varias bebidas calientes para mitigar el frío invernal.

Fue un día muy divertido y no encontraba mejor forma de terminarlo que precisamente sentados en la proa de una barcaza que estaba ambientada en las películas de los piratas del caribe y se encontraba estacionado en una especie de puerto.

Al igual que los demás barcos, casi no había nadie dentro de ellos porque a altas horas de la noche no había mucho que hacer que apreciar la luna en el cielo con la música a la distancia como compañía.

—No puedes negar que fue un gran día, nos divertimos mucho —señalé.

—Si, eso es cierto —apreció mirando las luces del barco que se reflejaban en el agua calmada—. Lo mejor de todo es que conseguí sacarte una foto antes de que vomitaras en las tazas de té giratorias.

Me crucé de brazos.

—Eres una persona horrible.

Negué con la cabeza convencida de que él era un caso perdido.

—Lo sé —acomodó sus brazos tras su espalda—. Entonces, ¿El plan es mirarnos la cara hasta que pase el qué exactamente?

—Estamos esperando el espectáculo de fuegos artificiales que según mis cálculos —miré mi reloj— debe empezar en cualquier momento.

—De acuerdo —él asintió.

Mis ojos no podían desprenderse de su cara, que a pesar del cansancio y todo el estropeo del día de hoy no perdía esa frescura de siempre. Al parecer, ni siquiera el viento helado que nos arropaba parecía estropear su compostura, tan solo lo hizo sonrojar.

—Siento que quieres decir algo —habló aún con la mirada puesta en el agua—. Y a juzgar por tu expresión creo exactamente que sé lo que es.

Me encogí de hombros.

—Sé que te prometí no volver a pensar en el tema pero... ¿por qué yo?

Liam sonrió de lado.

—En serio nunca entenderé porque es que las mejores personas, aquellas que hacen todo con pasión, que se interesan, que son graciosas y que se preocupan por los que los rodean, siempre se hacen esa clase de preguntas.

—Ve al grano por favor.

—Lo digo enserio Areli —me miró a los ojos y por un segundo se me olvidó respirar—. Eres increible. Lo digo porque a pesar de que te trato como la mierda siempre encuentras la forma de salirte con la tuya, eres inteligente y tienes un montón de cualidades que te hacen simplemente interesante.

—Oh —musité con la mirada al suelo y el calor subiendo a mis mejillas— yo pensaba que solo ibas a decir que soy linda y tengo un increíble trasero.

Él rió por lo bajo.

—Si vamos a lo físico, tu cabello es espectacular. Necesito que me digas urgentemente que shampoo usas porque se lo regalaré a mi madre cueste lo que cueste —dijo en un tono divertido—. Pero lo de tu trasero no lo repetiré, aunque estemos siendo más sinceros que nunca no me siento cómodo cruzando esa línea.

—Vamos, sabes que es cierto. —En realidad solo era yo con mi intento de que validara todos mis esfuerzos del último año que había pasado en el gimnasio, pero creo que todavía ni se notaba—. Ya que estamos siendo sinceros puedo decir que eres algo lindo, y tienes buen gusto por los perfumes.

Culpé al subidón de azúcar que ambos teníamos por la repentina sinceridad.

Si, eso mismo debía de ser.

—Lo sé, soy precioso porque soy idéntico a mi madre.

—Estoy empezando a creer que si dejas de ser un cretino por cinco minutos te vas a morir asfixiado.

—¿Y yo qué culpa tengo de que mi mamá haga niños hermosos? ya conociste a Oliver, ese pequeño parece un ángel.

—Demonios, el que Oliver sea precioso no se puede discutir. Me ganaste en esa.

Ambos reímos.

—Tengo una última pregunta —volví a hablar.

—¿Qué quieres saber?

Me relamí los labios un par de veces.

—Crees que, en otras circunstancias, ¿te hubieras arriesgado a tener algo conmigo?

No me atreví a mirarlo a la cara, pero algo me decía que la pregunta lo tomó por sorpresa porque su pierna se tensó y lo escuché tragar en seco.

Me arrepentí de mis palabras tan pronto dejaron mis labios.

Una brisa fresca pasó sobre las aguas, haciendo que me abrazara a mis rodillas para mantener el calor corporal.

—Al principio no, como me enfoqué en alejarte y tratarte como la mierda, no me permití siquiera pensar en eso. No es correcto y jamás me darías una oportunidad, pero justo en este momento, no creo estar tan seguro de eso.

Uní las cejas.

—¿Qué cambió?

—Me besaste.

Así sin preaviso lo soltó, tan transparente y directo como siempre lo había sido.

Saqué mi cabeza del nido que había formado entre mis rodillas y encontré sus ojos puestos sobre los míos con una expresión sincera y algo dolida.

Aquel beso en la intimidad de su auto una noche cualquiera... no debió haber significado nada. Tan solo fue una prueba para comprobar una teoría.

Pero de haber sabido que yo le gustaba, ni siquiera lo habría sugerido en primer lugar.

Fue indecoroso, fue arriesgado y fue un error.

En todos los sentidos.

Aunque también, fue un alivió saber que él aún pensaba en ello, al igual que yo.

Los fuegos artificiales reventaron en todos los colores a la lejanía, del otro lado del parque y me salvaron de formular alguna respuesta en ese preciso instante.

Ninguno dijo nada, tampoco creo que nos hubiéramos atrevido.

Sólo nos permitimos un tímido roce de los dedos de nuestras manos, apenas un toque que se sentía íntimo.

Tal vez tomarse esto tan a la ligera estuviera mal pero... eso era un problema que le dejaría a la Areli del mañana.

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⏰ Last updated: Oct 30, 2023 ⏰

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Creo que me acosté con mi jefe.Where stories live. Discover now