Capítulo 3

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Como cada año, Eira y Orión fueron al Callejón Diagon con Melody y Thomas. Pero aquel año todo era muy diferente. En primer lugar, por el hecho de que el propietario de la tienda de helados, un mago bastante afable, y Ollivander, el fabricante de varitas, habían desaparecido, y sus tiendas estaban cerradas. Y, además, todos los magos caminaban con prudencia, y trataban de esquivar a Orión cuando lo veían y lo reconocían.

—Terminemos con esto cuanto antes —comentó el joven, viendo cómo todos caminaban en grupos juntos y trataban de cambiar de dirección al verlo.

—Orión, tú no has hecho nada malo —le dijo Melody—. ¿O acaso eres culpable de quién es tu padre? Si los demás tienen miedo al verte, es su problema, no el tuyo.

Lanzó una mirada desafiante a un grupo de magos que se había detenido para mirar a Orión, y después continuó caminando al lado de él. El chico pareció un poco más tranquilo tras recibir el respaldo de su tía.

La familia realizó las compras por las tiendas más habituales. Pasaron a comprar nuevas túnicas para Orión, quien había crecido varios centímetros, los libros y un par de calderos e ingredientes para realizar pociones, dado que ambos cursarían la asignatura el siguiente curso.

En todas las tiendas, vieron que los magos que los rodeaban se comportaban de la misma manera. Y, en un momento en el que Eira se separó de su familia para ir a ver una escoba en un escaparate, recibió las miradas de sorpresa y temor de quienes la rodeaban.

—Niña, no deberías estar aquí sola —le dijo una bruja que pasaba por allí junto al que parecía ser su esposo—. ¿Acaso no te han dicho que corren tiempos muy peligrosos?

—Estamos en un callejón lleno de gente —trató de explicarse Eira, que no imaginaba a su tío apareciendo en medio de aquella multitud.

—Nunca se es demasiado prudente... Ollivander ha desparecido, vivía aquí, y no se ha marchado por su propia cuenta.

La bruja se marchó con el mago que la acompañaba, y Eira regresó junto a su familia después de haber observado detenidamente la escoba que había llamado su atención.

—La gente tiene miedo incluso estando aquí —comentó—. ¿Acaso piensan que les ocurrirá algo entre tanta gente?

—Si aquí tienen miedo, imagino que en sus casas, o cuando estén en lugares menos concurridos, estarán aterrados —comentó Melody, sin duda compadeciéndose de ellos—. Siento lástima por ellos... No me gusta lo que Tom hace.

Thomas puso los ojos en blanco, y Orión no pudo evitar soltar una risita al escuchar las palabras de su tía.

—No te gusta lo que hace, pero lo invitas a comer cada día —observó.

Eira comprendía que su madre se encontraba un tanto dividida. Por una parte, detestaba lo que su hermano hacía, pero por otra parte, lo quería, y era su única familia además de su marido y de sus hijos.

—Es mi mellizo —comentó—. Mi familia. Y, si no puedo evitar que haga lo que quiera, puedo intentar convencerlo para que sea un poco más... benevolente.

A juzgar por la expresión de Thomas y Orión, ninguno de los dos pensaba que Voldemort estuviese dispuesto a ser más benevolente, pero ninguno de los dos dijo nada. Melody, a pesar de ser una mujer tranquila por lo general, era una digna heredera de Slytherin.

—¿Podemos ir a ver la tienda de Fred y George? —preguntó Eira.

—Id vosotros —dijo Melody—. Thomas y yo iremos a comprar unos sobreros. Nos reuniremos aquí cuando terminemos, ¿de acuerdo?

—¿Ir a la tienda de esos...?

Pero, antes de que Orión hubiese terminado de quejarse por tener que acompañar a su prima, esta le agarró del brazo y tiró de él, sin importarle que no desease ir con ella.

Eira y el misterio del príncipe ✔️Where stories live. Discover now