Capítulo 7

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No eran muchos los que habían escogido la asignatura de Pociones aquel año. Draco, Blaise, Orión, Daphne y Eira eran algunos de los alumnos. Theodore, por su parte, lo habían dejado después de conseguir aprobar el TIMO de las asignatura con notas muy justas.

Los cinco alumnos de Slytherin se sentaron juntos en una mesa, y los cuatro de Ravenclaw se sentaron también juntos, en otra. De Hufflepuff solamente había un alumno, que se sentó con los tres que quedaban de Gryffindor, que eran Harry, Ron y Hermione.

El profesor Slughorn, evidentemente, era uno de aquellos que tenían alumnos favoritos. Y Harry era el primero de ellos. Cuando se acercó a la mesa de Slytherin para saludar a Blaise y Eira, quedó estupefacto al ver, entre ellos, a Orión.

—Tú debes de ser Orión Riddle, ¿cierto? —preguntó el hombre.

—Black —corrigió Orión—. Mi apellido es Black.

El hombre asintió con la cabeza. Eira vio que tenía miedo. Miedo de uno de sus alumnos. Ahora que su padre había regresado, no le interesaba llevarse mal con Orión.

El profesor trató con un cierto respeto a Orión durante la clase aquel día. Algo que sorprendió a Eira quien había supuesto que, un profesor de su edad, y buen mago, no tendría miedo de un adolescente, a pesar de que su padre fuese el mismísimo Voldemort. Se encontraban en un colegio, concretamente Hogwarts, y Orión poco podría hacer desde allí.

El profesor Slughorn mostró a sus alumnos varias pociones y les preguntó qué era cada una de ellas. Eira sabía las respuestas a todas, pero dejó que fuese Hermione quien contestase, recibiendo una felicitación por parte del profesor, que estaba admirado.

—Esa sangre sucia... —oyó Eira murmurar a Draco.

También Orión tenía el ceño levemente fruncido y una mueca de desprecio. Desde el regreso de su padre, Eira tenía la impresión de que su primo se había radicalizado, al menos en parte.

La clase entera prestó atención cuando Slughorn advirtió que el premio aquel día sería, ni más ni menos, que una botellita de suerte líquida, Felix Felicis. Quien preparase el mejor Filtro de Muertos en Vida, recibiría el premio aquel día.

—Tengo que ganar eso —murmuró Draco, quien abrió el libro inmediatamente y comenzó a leer.

Eira y Orión se miraron mutuamente. Era una poción más complicada que las que habían hecho hasta el momento, pero no era la primera vez que la hacían. De hecho, habían trabajado en aquella misma poción con Melody aquel verano.

—¿Quieres ganar? —preguntó Eira a su primo.

—Lo haremos juntos —resolvió él—. Recuerdas los consejos de tu madre, ¿verdad?

—Claro.

Fueron juntos a coger los ingredientes y, al regresar, comenzaron a preparar la poción. Aplastaban los granos en lugar de cortarlos, removían en dirección de las agujas del reloj en lugar del sentido contrario, que era lo que indicaba el libro, e incluso añadieron un grano extra de sopóforo, que daría a la poción un efecto más rápido. Melody les había explicado por qué hacían cada una de aquellas acciones, y ellos lo recordaban a la perfección.

—Señor, seguro que conoció usted a mi abuelo, Abraxas Malfoy —comentó Draco cuando el profesor pasó por la mesa de Slytherin.

—Así es. Sentí mucho enterarme de su muerte, aunque no fue nada inesperado, por supuesto: viruela de dragón a su edad...

Draco había esperado recibir un trato preferente, como estaba acostumbrado, pero era evidente que el profesor Slughorn no estaba interesado en que nadie lo relacionase con los mortífagos. Y todos sabían que los Malfoy lo eran.

Eira y el misterio del príncipe ✔️Where stories live. Discover now