Capítulo 5

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Harry no llegaba al banquete de bienvenida, y Eira comenzaba a preocuparse dónde estaría. No era propio de él llegar tarde... a no ser que hubiese tenido algún contratiempo.

—He visto a Harry en el tren poco antes de llegar —comentó—. Qué extraño que no esté aquí ahora...

—Querrá llamar la atención de nuevo —comentó Draco, encogiéndose de hombros mientras comenzaba a comer—. Nada fuera de lo normal, en realidad.

—No sabrás dónde está, ¿verdad?

—¿Por qué iba a saberlo yo?

Era evidente que lo sabía. Y no solo para Eira. Orión también levantó la cabeza y miró a su primo al escuchar el tono que había empleado, siendo consciente de que había hecho algo.

—¿Qué has hecho? —preguntó, serio.

Por un momento, Eira pensó que no respondería. Draco se había quedado más pálido que de costumbre, y no había abierto la boca. Pero, cuando la mirada de Orión se endureció, el rubio no dudó en comenzar a hablar.

—Lo he descubierto espiando en nuestro compartimento —explicó rápidamente—. Llevaba esa capa de invisibilidad suya... lo he petrificado, y lo he dejado ahí, con la capa... con un poco de suerte, estará de vuelta a Londres en el mismo lugar donde lo he dejado.

Al escuchar aquello, Eira se levantó del asiento, pero Orión, que se encontraba a su lado, la hizo un gesto para que volviese a sentarse.

—Seguro que ya lo han encontrado —dijo, restándole importancia al asunto.

—¿Y si no lo han hecho?

—¿Acaso no has visto a todos los aurores que había? ¿Crees que no se han dado cuenta ya de que Potter no ha bajado del tren con los demás?

Justo cuando acababa de decir aquello, Harry entró en el Gran Comedor, acompañado por Snape. Vestía ropa muggle aún, y tenía la cara manchada de sangre, como si alguien lo hubiese golpeado.

—Creo que has olvidado decir que le habías pegado —le dijo Eira a Draco, molesta.

—Por su culpa, mi padre está en Azkaban —replicó Maldoy, sin ningún tipo de arrepentimiento.

—Te equivocas —soltó Orión—. Tu padre está en Azkaban porque fue un incompetente.

Eira le dio un codazo a su primo para que se callase, pero evidentemente, a Orión poco le importaba si su prima quería que hablase o no. Sin embargo, Eira sabía que Draco estaba muy dolido por lo sucedido, y no quería que sufriese aún más por Orión.

—Tu madre también estaría allí si el Señor Tenebroso no la hubiese sacado —señaló Draco, a quien no le habían gustado en absoluto las palabras de su primo.

Eira no podía creer lo que estaba escuchando. Draco no podía enfrentarse de aquella manera a Orión, fuese o no su familia. Porque Orión no lo veía como un primo, sino como un compañero o mortífago de su padre, y no dudaría en hacer de su vida un infierno si pensaba que podía estar desafiándolo. Y, indudablemente, Draco acababa de hacerlo en aquel mismo instante.

—No es mi madre —soltó Orión—. Tal vez en tu familia os guste pensar que tenéis alguna relación con el Señor Tenebroso, pero nadie más que vosotros lo ve así. Mi madre ha sido, desde hace años, y siempre será, Melody Sayre. Nadie más que ella.

Eira miró a Orión, quien a su vez le devolvió la mirada. La joven se sentía inevitablemente por las palabras de él, y porque sabía que estaba expresando lo que sentía de verdad. Quería a Melody como a una auténtica madre, y a Eira como a una hermana. Y a nadie le molestaba aquello, ni siquiera a Voldemort. Orión tenía una familia real, una que no incluía a Bellatrix ni a nadie que tuviese relación con el apellido Black, por muy sangre puras que pudiesen ser.

Eira y el misterio del príncipe ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora