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La noche había caído en la ciudad de Marbella y aun ambos agentes se encontraban en las oficinas improvisadas que montaron en aquel cuarto de hotel investigando, tratando de atar cabos sueltos.

El rubio estaba semi acostado en la mesa de madera, rodeado de fotografías borrosas y papeles con información casi nula.

Habían pasado toda la tarde tratando de atar alguna pista o encontrar un indicio sobre lo que ocurría en la ciudad de Marbella, y para empeorarlo, el comisario no les contestaba el teléfono.

Observo a Horacio de reojo, observo la espalda tonificada del de cresta completamente tensa, su respiración pesada y lenta, un leve escalofrió le recorrió su cuerpo, un escalofrió que adoraba cuando se trataba del director del FBI.

Se levantó y se acercó lentamente, enfocando su vista en los brazos de Horacio que resaltaban sus marcadas venas, viajo por ellos, analizándolos y deleitándose, hasta llegar a sus manos, donde apretaba unos papeles con estrés, remarcando las venas de sus manos, le acaricio la espalda levemente, mientras que con la otra mano tocaba con la punta de sus dedos, delineando las formas de sus venas.

—Creo que deberíamos descansar, cari.

Horacio le miro de reojo, se tensó al ver la mirada seria del más alto en él, su mente y piernas flaquearon y quizá alguna chispa de esperanza vibro en su pecho, pero se esfumo al instante.

—Volkov vendrá mañana. —Se separo sutilmente. —Tenemos que tener aunque sea unos informes claros, si mañana no sacamos alguna conclusión...—hizo una larga pausa, llamando la atención del mas bajo. —Nos iremos a Los Santos, de nuevo.

El ruso entre ellos dos, solo significaba una cosa:

No habría atención para él.

—Claro. —comentó decepcionado. —Me iré a dar un baño, yo recojo esto, tú relájate.

Tomo su ropa de dormir y camino hacia al baño sin mirar al más alto, Horacio arrugo el entrecejo al no entender la acción del más bajo, sin embargo lo dejo pasar, para enfocarse en un mensaje que le había llegado y sacado una pequeña risita, cosa que no pasó desapercibida por el rubio.

—Aun duele eh. —Susurro para sí mismo, para adentrarse a la ducha.

Se desvistió completamente, abrió la llave del grifo y sin esperar a que esta se calentara, se metió debajo del agua, sintiendo la presión en su pecho por el agua fría y un nudo en la garganta, cerro sus ojos disfrutando el toque del frio liquido en su piel, relajando sus músculos, así se quedó hasta que salió el líquido caliente.

Sintió que a sus labios llego un sabor salado, de sus ojos salían pequeñas gotas que se confundían con el agua de la misma regadera, la diferencia es que estas estaban derramadas con arrepentimiento y culpa.

—Estaba claro que el ruso de mierda se aprovecharía de mi ausencia. —Susurro mientras abría los ojos lentamente. —Sabía que eras demasiado hermoso, que eras demasiado irreal para solo ser mío.

Sin poder contenerlas, las gotas saladas recorrían rápidamente sus mejillas, termino sentándose en la bañera, dejando que sus sentimientos fluyeran con el agua y se fueran por donde la misma.

—Es normal que muchos quieran tenerte. Pero pocos pueden poseerte —susurro con su voz entrecortada. —Eres un adonis, que merece ser cuidado y amado con delicadeza y rudeza. —Enterró su cabeza en sus piernas. —Solo...déjame ser tu hombre.

Gustabo estaba seguro de algo.

Horacio carcomía sus pensamientos, de noche a mañana, lo amaba tanto, joder, estaría dispuesto a recibir una bala por él, si era necesario, quizá después de todo, el si era el estorbo en su vida y el viento que apagaba la mecha de Horacio, quizá si era su culpa que el más alto se apagase. Ahora alguien más prendía aquella llama en su preciado ángel, y no, no era él.

Divoratore      [Gustoni]Where stories live. Discover now