Capítulo 101. Esa mujer.

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Cuando Christian dijo que había prometido hacer lo que él quisiera debí haber imaginado algo como esto. Ayer fuimos a hablar con mi madre, junto con Laura y Mateo le dimos la noticia, fue un momento muy tenso, pero el abuelo y mi padre supieron controlarlo. 

Ahora Christian quiere anunciar el nacimiento de nuestro intruso en la misa del sábado. 

- ¡No!, no es una buena idea. 
- ¿Por qué no? 
- ¡Christian! Todo el mundo aquí sabe que soy tú mujer, no es necesario. 
- ¡No lo hago por eso Ana! 
- ¡Ja! - me cruzo de brazos. - ¿No?
- No quiero hablar más del tema, se va hacer y es por qué te cuido a ti, es mi deber. 
- ¿Dandoles otra cosa de la qué hablar?, tarde o temprano lo van a notar, mi panza va a crecer. 
- Lo hablé con el abuelo, está de acuerdo conmigo. Anastasia, uno debe cuidar que su mujer no ande en boca de todos y eso quiero hacer. Mateo y Laura están de acuerdo también.
- Mi mamá va pegar el gritó en el cielo Christian y no por Laura y Mateo, ellos llevan tiempo casados, pero tú y yo. 
- ¡Por eso mismo! Se les olvidará pronto, de lo contrario hasta el abuelo y tu padre se lo pueden cuestionar. 
- ¿Y? ¿Diremos que es prematuro? ¡No seas tonto! La realidad es qué llevo cuatro meses y medio de embarazo y tú y yo vamos a cumplir apenas cuatro de matrimonio la próxima semana. - diablos, no es tan mala idea. - ¿Te importa lo qué diga el pueblo? 
- Es un lugar pequeño Ana, vivimos aquí, aquí crecerán nuestros hijos, tenemos que cuidar esos detalles. 
- Me gustaría dar gracias por mi bichito, pero eso lo podemos hacer en privado Christian. 
- ¡Ana! No es por macho o inseguro, yo creo que es buena idea - me abraza, sigo con los brazos cruzados - te involucraste en las actividades del pueblo mi amor, en las brigadas - levanta mi cara - y no me gustaría escucharas un mal comentario, así ya lo sabrán y también sabrán qué no tratamos de ocultarlo. 
- Ok, pero no estoy muy segura. ¡Christian mamá no lo tomará bien! 
- Me importas tú y mi hijo, lo único qué quiero es evitar más comentarios y me parece una buena idea. 
- Bien - suelto aire y suspiró resignada. - Mmmmm, solo porque tal vez tengas razón, y no quiero que te metas en un lío si escuchas algún comentario.
- ¡Gracias! - me da un piquito. 
- ¡Camina!, se me ocurre algo. - me safo de sus brazos y caminó hacía la puerta.
- ¿Adónde vamos? - me sigue. 
- ¡Llaves! Dame las llaves. 
- ¿Y ahora? - me mira confundido. 
- Este "sí" te va a costar, dame las llaves y sube. 
- ¡Ahh! - resopla aire - ¿Cómo? 
- Yo te di un masaje y una mascarilla, en pocas palabras disfrutaste mi regalo, ¿no es así? - se queda callado - En fin, sigues en deuda, yo no voy a disfrutar nadita el sábado, solo voy estar nerviosa y pensando en mi madre. Así qué iremos al barbero y estaremos a mano. 
- ¿Qué? 
- ¡Christian odió tú barba en este punto, me gusta en el tercer y antes del sexto día, ahorita pica y puede crecer más suavecita. 
 - ¿De qué hablas? 
- ¡Dame mi bolsa! - sacó una loción y una espuma. - Esto es para afeitarte y esto hará que crezca más suavecita - le muestro la loción - pero te tienen que afeitar de cero y poner una toalla caliente, después yo te pondré esto. 
- Me afeité hace dos días.
- ¡Por eso!, esto hará que crezca suavecita. 
- ¿Cómo sabes? 
- Tengo un hermano y leí, además le pregunté a Mateo.
- ¡Pensé qué te gustaba mi marba! - dice con un tonito triste y un pequeño puchero, me lo cómo. 
- Y me gusta, pero últimamente mi piel es muy sensible. 
- ¡Pero! No puedes entrar.
- Soy tu esposa, le explicaré a Don Román y te esperaré en la camioneta. 
- No puedes entrar Ana. 
- Solo le dire como, no me quedaré. 
- No puedes entrar, es la regla. 
- ¡Christian! 
- ¡Ana no lo digo yo! ¡Es una tradición! 
- Entonces ponme atención - mis ojos se nublan y me estacionó frente a la barbería. 
- ¿Y ahora lloras, por? 
- ¡No sé! Ponme atención. 
- Me puedo afeitar en casa. 
- Dijo Mateo que era mejor con la navaja de afeitar. ¡Me vas hacer caso! - por alguna extraña razón estoy llorando cual magdalena. 
- ¡Oye! Calma greñuda, ya dije que sí. ¡Ven! - me toma la cara, limpia mis lágrimas y me besa, me da pequeños besitos y muerde despacio mis labios mientras lo hace. Rayos, ahora lo deseo. Meto mi lengua en su boca y hago nuestro beso más intenso. 
- ¡Ahh! - lo siento sonreír. 
- ¿Prefiere vayamos a casa Sra. Grey? - dice al ver que aprieto mis piernas de forma involuntaria. 
- Rasurate, después llévame a casa.
- Sí mi señora. ¿Qué harás?
- Leeré mi libro, ve. - sonríe y sale de la camioneta. 
- Te amo berrinchitos. 
- Me choca me digas así, tú me embarazaste. ¡Ve Christian! 

Tengo demasiado sueño, no me logro concentrar en mi lectura y me pongo el sombrero de Christian sobre la cabeza para evitar la luz del sol, mis ojos están sensible, mi piel está sensible, yo estoy sensible, soy un cóctel de hormonas y me choco, quiero llorar por no poder entrar a una machista barbería. 

- ¡Christian! - lo qué me faltaba, reconozco la voz de Cynthia. 
- ¡Nop! ¡Hola! - su cara de sorpresa y susto casi me da risa, pero porque lo busca, que mujer. Respiro y sonrió. 
- ¡Perdón! 
- ¿Te puedo ayudar en algo? 
- Quería saludar y ver un tema de la hacienda. 
- Está en la barbería - por que le doy explicaciones, me regaño a mi misma. 
- Después, me gustó saludarte. 
- ¡Espera!. - Sí, es hora de tener esta plática. - ¿Sientes algo por él? ¿Algo serio? 
- ¡Ana!
- Siento que debo dejarte claro qué soy la Sra. Grey. - veo su cara molesta y de sorpresa. 
-  Antes de ti, él y yo. 
- Lo sé, ¿pero él te ha dado motivos después de mí?. - la veo a los ojos. 
- Íbamos perfecto. 
- ¿Fueron novios? 
- Nunca formalmente, si en la práctica. - Maldita, eso me dolió. 
- ¿Él te ha dado motivos? Desde qué yo volví. 
- Fuimos nuestras primera vez Ana y cuando él salvó a mi padre quise dejarlo por la paz, pero no puedo. 
- Estás hablando de mi esposo. 
- Si tan solo hubieras tardado un poco más. 
- No habría cambios, él me quiere como yo y hubiéramos buscado la forma, estuviera o no en una relación. Si a eso te refieres. 
- Llegaste aquí comprometida, no lo buscaste nunca, no entiendo como él lo puedo perdonar. 
- Mirá no tengo porque dar explicaciones y por lo visto Christian tampoco te las dio, no tendría porque, lo nuestro es tema nuestro y nos hemos dado la suficiente confianza para formar una familia. 
- ¿Se casaron rápido por el embarazo? 
- ¿Qué? - la observó furiosa pero no soy capaz de decir nada. 
- ¡Christian es un chico solitario! De campo, un hombre de gustos sencillos, todo tú mundo tarde o temprano lo va agobiar y va querer salir corriendo. 
- No te digas que conoces a mi marido, no te engañes y cerremos esta plática, cada una en su lugar. 
- Soy su mujer, solo he sido su mujer y él lo sabe. ¿Tú puedes decir eso? - Bruja maldita, casi la golpeó, mi bichito. 
- Guarda ese recuerdo, como tal. Por qué no sé qué pretendes con ese comentario, ¿Lastimarme? Piénsalo así, yo tengo todas sus noches, sus sueños, estoy en su futuro - maldita eso me dolió y a ella también mi comentario, veo a Christian salir de la barbería y camina hacia mí. 

- ¡Hola! - dice y me abraza por la cintura. - ¿Todo bien? - me da un pequeño beso. 
- ¡Si! 
- ¡Hola Cyn! ¿Nos vamos Ana? 
- Sí, digo sí se puede. - la observo a ella y Christian suelta el aire en su pecho. 
- ¿Algún problema? ¿de qué hablaban? 
- Del clima -digo con sarcasmo - vamos. 
- ¡Christian! - dice ella -  ¡Lo siento! 
- Te explico en casa, vamos. 
- Un momento, yo no quiero problemas. ¿Lo deje claro la última vez que hablamos? Voy a ser papá. Y siento qué te debo una disculpa pero, las cosas son como son, amo a mi mujer y no entiendo esto, pero no quiero malentendidos. 
- Te vino a buscar, pensaba que eras tú en la camioneta, pero esperó ya le quedo claro como son las cosas. ¿Nos vamos? 
- ¡Un minuto Christian! - rogona, casi estallo. No me hagas llorar bichito, tenemos que defender a papá. 
- Lo siento, debemos irnos. - dice Christian. 
- No importa, imaginó te volverá a buscar si no la atiendes. 
- ¡Ana! 
- No Christian, no le daré el gusto de pelear por esto, pero tampoco me pidas una sonrisa. 

Me subo a la camioneta sin esperar que abra mi puerta y más le vale subir a él. Lo hace y la maldita se queda allí de pie. 

- ¡Ana! 
- ¡No digas nada! No ahorita. Llévame a casa. 

Te quiero a ti.Where stories live. Discover now