06. Melodías para dormir

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Era de noche. La luna en lo alto del firmamento estrellado iluminando el bosque y las montañas alrededor de aquella cabaña de Escocía. El sonido de los animales nocturnos eran escuchados hasta el pueblo a las afueras del bosque.

Lo bastante lejos como para no escuchar el llanto que provenía de la casa del lago.

Draco se removía entre las sábanas de la cuna de su habitación al despertarse y no encontrar a ninguno de los sujetos que lo cuidaban. Se había quedado dormido en su cuarto de juegos para despertar en esa caja de madera, con un poco de frío, mojado, hambriento y completamente solo.

A él no le gustaba estar solo. El hombre de cabello largo y la mujer de ojos grises lo habían dejado solo en ese lugar feo lleno de calor que le lastimaba la piel, aun podía sentir ese dolor horrible. El hombre de cabello ondulado y el de ojos bonitos nunca lo dejaban solo.

La luz de su alcoba se encendió y unos pasos aproximándose hacia donde estaba, un momento después, unas manos gentiles lo sacaron de su cuna.

— Ya, ya dragón. Todo esta bien, estoy aquí— el hombre lo acunó en sus brazos, procurando que la cabeza de Draco quedara en el lado de su corazón. El bebé al sentir la suavidad de la bata de dormir se acurrucó más,— Remus está descansando. Dejemos que se quede así.

Le cambio el pañal mojado y le preparo un biberón tibio que tomó con insistencia. Lo arropo con una manta y entonces Sirius comenzó a pasearse por toda la habitación.

Se acercó a los estantes con juguetes, a la pared llena de constelaciones, se sentó en la mecedora, ¡incluso paseo por el cuarto de juegos!. Nada daba resultado para apaciguar su llanto.

Salió por el balcón de la pieza de Draco, con la esperanza de que la brisa fresca de la noche lograra calmarlo secando sus lágrimas. Sus ojos brillaron bajo el reflejo de la luna, ayer llena. Es por eso que no quiso despertar a su pareja, Remus necesitaba descansar, es todo lo que podía ofrecerle después de que le prohibiera pasar la luna llena con él por cuidar a su hijo.

Aún con la poción matalobos su pareja prefería pasar esas noches de dolor afuera, entre los árboles del bosque. Alegando que no quería que su bebé lo vea como una criatura horrible.

Si los dos supieran la clase de criatura que lo cargaba cuando mataron a sus padres.

Observa ahí Draco, ¿que ves?— señaló con su dedo hacia el agua,— la luna parece moverse por las olas del lago. ¡Mira! Caballitos de mar voladores, ¿no son lindos cachorro?

Pero el bebé no dejaba de llorar.

Era lo mismo todas las noches. Draco tenía problemas para dormir porque a una determinada hora despertaba con un llanto asemejado a un grito. Lo normal era que se calmara después de una hora, otras veces después de dos, y muy pocas ocasiones de plano no dormía. Pareciera que tuviera un miedo a dormir. Era agotador y estresante no poder ayudar a su hijo.

Con un suspiro y un bostezo agotador volvió a entrar a la habitación, dejándose caer cansado en la silla mecedora. Con ayuda de sus pies empezó a mecerse lento de frente a atrás. El biberón aminoraba sus sollozos pero no que pararan las lágrimas.

Fue entonces que se le ocurrió una idea.

Lo único bueno de Grimmauld Place (aparte de las galletas del elfo malhumorado), era cuando era un niño y Regulus y él tenían pesadillas. Era cuando, en un momento de bondad, Walburga les cantaba una nana para dormir.

Su madre le ordenaba a Kreacher preparar leche con azúcar tibia y mientras ellos bebían de sus vacos, ella cantaba abrazada a ellos y Orión se sentaba en la orilla de la cama acariciando sus cabellos. Adoraba esos momentos familiares que muy pocas veces se presentaban, momentos que terminaron al entrar a Hogwarts.

Taking care of a little dragonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora