23. Imperfecciones

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Diez de Marzo. Inicios de primavera. Finales de época de invierno. Y cumpleaños número veinticinco de Remus Lupin. 

El castaño planeaba pasarla relajándose en su hogar, con un buen libro y una taza de café con chocolate, con Sirius y Draco haciendo compañía en calma. Dibujos hechos por Draco junto con muchos besitos como regalo y, solo tal vez, un regalo especial de parte de su novio.

Un intento fallido de preparar un pastel de chocolate fue lo que recibió Remus al momento de llegar a casa después de hacer las comprar en el mercado.

Su novio e hijo lo miraban con grandes sonrisas en el arco de la cocina, ambos con delantales manchados de manchas negras, amarillas y cafés y sus rostros blancos con lo que parecía ser harina.

Desde la entrada de su casa se podía percibir el aroma a metal y pan quemado. Una pregunta no formulada y los dos Black comenzaron con su arremetida de disculpas por el caos hecho en la cocina, diciendo una y otra vez que lo único que querían era hacerle un regalo bonito a la persona que más querían.

De los dos, se podía identificar de inmediato quien era el favorito de Draco. Su hijo amaba con todo su corazón a su papá Remus, era su héroe, su adoración y, en opinión del niño, la persona más perfecta del universo. Le encantaba hacerlo reír y que le leyera cuentos, cuando cocinaban juntos o salían a pasear por el bosque. Para Draco, no había alguien mejor que Remus para ser su papá.

Esto, en vez de poner celoso a Sirius, le causaba gracia. Porque estaba completamente de acuerdo con su hijo en que Remus era el ser más puro y perfecto que hubiera conocido. Que estaba agradecido que el destino lo pusiera con él para pasar el resto de sus vidas juntos y que le diera la oportunidad de criar a un niño hermoso junto a su amor.

Sirius y Draco estaban convencidos en que el mundo debería estar agradecido por tener a Remus Lupin viviendo en el.

Es por eso que, queriendo hacer algo que la persona que más adoraban adoraba, intentaron ambos hacer un pastel de chocolate.

Solo que, un hombre que sacó la nota más baja en pociones y un niño de cuatro años que está seguro que su hurón habla, no eran el mejor equipo para cocinar.

Remus, en vez de regañarlos por el desastre ocasionado, los felicito por su pastel (qué parecía más una masa negra) y les propuso ver mejor unas películas es su habitación. Ahora los tres estaban acurrucados en la cama matrimonial, con un tazón de palomitas en medio y una caja de pizza de pepperoni con salami, cortesía de su pequeño.

El casete reproducía la cinta de "El Zorro y el Sabueso" de Disney, una película que era del gusto de Remus a pesar de su trama triste.

Sirius estaba recargado en la cabecera de la cama, con un brazo sobre los hombros de Remus para tenerlo cerca. Remus estaba semi acostado sobre el costado de Sirius, sujetando el control remoto. Y Draco estaba sentado sobre el regazo de su papá Remus abrazado a uno de los brazos del mayor.

Las noches de película eran las favoritas.

Estaban en la parte de la persecución de Toby a Tod cuando unos murmullos se hicieron presentes. Alguien estaba contando en voz baja, y ese alguien, era Draco.

El niño nunca hablaba en las noches de película, ni siquiera en las que no entendía nada del filme. Así que era algo raro escucharlo, aún si solo estuviera murmurando.

— Uno. Dos. Tres. Cuatro. Cinco— reconocieron. Draco se concentraba en su conteo para no perder el hilo de los números. Apenas le estaban enseñando a contar hasta el quince en la escuela.

Pusieron pausa al video-casete, extrañados por el comportamiento, de por sí peculiar, de su hijo. El niño contaba mientras pasaba rozando sutilmente un dedo por sobre la piel del antebrazo de Remus.

— ¿Que estás haciendo, cariño?— preguntó Sirius cuando vio que el niño pasó del brazo de Remus a contar su mano.

— Contando las cicatrices de papá— con su pequeña manito sujeto dos dedos largos para ayudarse a contar mejor las cicatrices del dorso,— Siemple me guta contarlas. Me relaja.

Era verdad. Draco tenía una manía en contar todas las cicatrices posibles de alguna parte del cuerpo de Remus. Cuando salía del baño o andaba sin camisa, su hijo se encargaba de encontrar las cicatrices de su espalda y torso. Cuando usaba short o salía de la ducha en calzoncillos, se aferraba a sus piernas y encontraba las heridas. Cuando lo cargaba para darle besitos, recorría sus manos por su rostro y cuello. Alguna de esas veces uniéndolas y creando dibujos o constelaciones.

Incluso había veces en que comparaba las suyas propias con las de él, buscándole similitudes.

Remus le producía un sentimiento amargo pero agradable. Saber que Draco no lo veía con repulsión como otros que lo veían, que lo veía como lo más presido en su vida, era una muestra del amor puro que su hijo tenía hacia su padre. 

— Has de pensar que se ven horrendas— comentó de broma. Los dos Black lo miraron con el ceño fruncido, enojados y ojos desaprobadores.

— No. Yo pienso que son perfectas— dijo con seguridad y con su sonrisa de lado.

— Coincido con el pequeño— dijo Sirius. Tomándolo de la barbilla le giró la cabeza, quedando frente a frente. Lo miro a los ojos unos segundo antes de besarlo con cariño,— todo tu eres perfecto.

Remus sonrió.

Para Draco y Sirius, Remus Lupin era la persona más perfecta en el universo. A pesar de sus imperfecciones.

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¡¡Hello!!
Capítulo mega tarde sobre el cumpleaños de nuestro querido Remus.

Y lamento la tardanza, pero es que estaba planeando otros Au's que están en borradores que serán publicados muy pronto.

Me e dado cuenta, revisando algunos capítulos, que confundo palabras. Que las escribo bien pero después las escribo mal o viseversa. Cómo Gryffindor, que primero pongo "I" que "Y". O Moony, que pongo Monny en vez de dos "O"

Espero que les haya gustado. ¡Nos vemos en la próxima actualización!

Taking care of a little dragonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora