Capítulo VIII: La nueva generación.

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Después de decirnos aquellas palabras desapareció, nos dejó sin aliento, como si ya no tuviéramos suficiente presión encima, ahora, enterarnos que por nuestra culpa podía acabarse el mundo, era casi como lanzar un león por un precipicio y pedirle que volara o se moriría.

A pesar de eso, más que una carga, todos sentimos que teníamos una responsabilidad enorme con la que nos sentimos comprometidos. De pronto, salimos de aquel trance, aun estábamos sentados de la misma forma, sin habernos movido ni un centímetro, cuando la vista se fue aclarando nos encontramos con la peor escena posible en ese momento, era horrible, nos estaban atacando, habíamos sido rodeados, ¨Diez¨ peleaba casi solo utilizando sus poderes y copiando los nuestros, mientras los anteriores caballeros lo ayudaban con sus armas, pero con dificultad pues ya no poseían ninguna habilidad, aunque a pesar de eso se notaba que se habían convertido en expertos en combate, rebosan de confianza en el campo de batalla.

Todavía estábamos atolondrados, no entendíamos nada, había cientos de bestias inundando aquel claro en medio del bosque, como las que se habían llevado a mi madre, había otro con forma de lagartos que traían encadenados como si fueran bestias de presa o los montaban como caballos, incluso había algunos que volaban. Para sacarnos del limbo en el que aun estábamos ¨Diez¨ nos gritó:

- ¡Despierten, nos atacan! Es el traidor, ¨Siete¨ y una horda de Hellindraks ¡despierten!

Aún no entendíamos, la cabeza nos daba vueltas y los oídos nos retumbaban, pero todo cambió cuando, frente a nuestros ojos la maestra de ¨Nueve¨ cayó al suelo atravesada por una lanza enorme y el maestro de ¨Uno¨ fue herido en un brazo por una flecha, de golpe comprendimos la situación, estábamos en medio de un ataque sorpresa y estábamos siendo protegidos. A la nueva orden de ¨Diez¨ todos actuamos:

- ¡Ataquen!

¨Uno¨ se quedó en la retaguardia, su labor sería curar a los heridos, e inmediatamente se dirigió hacia donde estaba su maestro que se encontraba cerca para comenzar a sanarlo; ¨Nueve¨ enfureció al ver el cuerpo inerte de su maestra, el clima cambió, el cielo se nubló y el campo de batalla comenzó a ser azotado por rayos y torbellinos que barrían con nuestros enemigos; con mi teletransportación recuperé el cuerpo de su maestra, pero ya era demasiado tarde. ¨Diez¨ ordenó a los anteriores caballeros que retrocedieran hasta la posición de ¨Uno¨ y así lo hicieron, mientras nosotros avanzábamos.

Con mi fuerza comencé a combatir, me transportaba de lugar en lugar golpeando a las inmundas bestias, ¨Tres¨ atrajo a los animales del bosque a que pelearan junto a él, hasta los árboles atacaban con sus raíces y ramas a través de su poder; ¨Cinco¨ se ocultaba entre las sombras y asesinaba o mutilaba a las criaturas, pero era más difícil de lo que parecían, también poseían una fuerza descomunal y se regeneraban rapidísimo.

- ¡Ataquen con decisión, no retrocedan! - gritaba ¨Diez¨ -tienen que arrancarles la cabeza, es la única forma de vencerlos, pues tienen tres corazones y varía su posición en cada criatura, por eso es tan difícil acabar con ellos, si los mutilan, sus miembros volverán a crecer, tienen que arrancar sus cabezas, es su único punto débil.

¨Ocho¨ atacó con rabia, con un ataque eléctrico tan fuerte que voló las cabezas de al menos 10 bestias, pero descuidó su espalda, una criatura se dispuso a atravesarla con una espada enorme, pensé en ayudarla y por desconcentrarme por poco el que pierde la cabeza soy yo, esquivé el golpe por los pelos y de un puñetazo arranqué la cabeza de mi rival, cuando volví a mirar, ¨Siete¨ luchaba hombro con hombro junto a ¨Ocho¨, él la había salvado, creó un muro de metal detrás de ella que logró protegerla del ataque, en un instante se alejó de ella hasta adentrarse un poco dentro de horda, cuando lo estaban rodeando desintegró a todos los que se encontraban dentro de su rango.

Paltros y el Cetro Carmesí Όπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα