Capítulo XXXI

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Seibrom aprovechó el momento y arremetió con más fuerza, nos había desmoralizado, pues, aunque sabíamos que arriesgábamos nuestras vidas, nunca esperamos que nos afectara tanto la muerte de uno de nosotros, y menos en esta situación.

Nos vimos superados enseguida, el poder que le concedía la gema, aunque no la dominaba por completo, era tremendo, lo protegía de todos los ataques basados en energía y los ataques físicos lo afectaban poco, tenía una tremenda resistencia y era bueno en el combate cuerpo a cuerpo.

No vi otra opción, puede que haya sido impulsivo, pero, en ese momento, tomé una decisión que consideré como la única manera de vencer, detuve el tiempo; todo se detuvo a mi alrededor, era la hora de actuar, corrí y salté encima de Seibrom, utilizando mi fuerza agarré la gema y comencé a tirar de ella, arrancarla era más difícil de lo que pensé, pero no podía fallar, esta era la única forma, continué tirando con todas mis fuerzas, comenzaba a sacarse, pero increíblemente Seibrom comenzó a moverse poco a poco, no lo podía creer, que tanto poder tenía, la habilidad dejó de surtir efecto en él, con el brazo al que le faltaba la mano, me propinó un enorme golpe con el que me apartó de él, pero con el mismo impulso, logré sacar la gema.

Caí al suelo con la gema en la mano, la lancé en dirección a Keitlas e inmediatamente el tiempo regresó a su curso, la consecuencia de utilizar ese poder cayó sobre mí de golpe, no podía moverme, estaba inerte en el suelo, solo tuve fuerza para señalarle a "Diez" donde había caído la gema antes de que el mango puntiagudo del hacha de Seibrom atravesara mi cuerpo al nivel del abdomen.

El mundo comenzó a tornarse oscuro, la vida se me escapaba, solo veía la desesperación de mis compañeros mientras luchaban por recuperar mi cuerpo, vi a Rogtan recoger la gema y entregársela a "Diez", les había dado una oportunidad, pero, aun así, no parecía ser suficiente.

Habían logrado apartar a Seibrom de mí, vi a Lisa acercándose cuando perdí la visión, todo se apagó, la luz, el sonido, sentí que caía en un pozo profundo y de pronto nada, ya no sentía dolor, ya no sentía, hasta el remordimiento de dejar atrás a mis amigos y familia, al igual que la tristeza por morir comenzaba a desaparecer, sentía paz, no había nada más que pudiera hacer, lo había intentado, pero al final fallé y ahora no había manera de cambiarlo. Justo cuando mis recuerdos comenzaron a pasar por mi cabeza por última vez, escuché una voz.

- "Seis", escucha - me dijo - aún queda una oportunidad.

De pronto aparecí en un espacio totalmente blanco

- ¿Quién es? - pregunté.

- ¿Ya no reconoces mi voz? - me dijo mientras se revelaba ante mí.

- Paltros - dije mientras inclinaba mi cabeza en reverencia - ¿Qué sucede? Ya estoy muerto ¿no?

- Pues sí - me respondió - tu alma ha abandonado tu cuerpo y tus compañeros luchan desesperadamente contra Seibrom.

Me mostró lo que sucedía en el campo de batalla y vi cómo eran superados totalmente, más que luchar intentaban sobrevivir, el poder que Seibrom había absorbido de la gema fue grande. Lágrimas aparecieron en mis ojos, no podía soportar lo que veía.

- ¿No hay nada que puedas hacer? - le pregunté a Paltros - es por proteger tu mundo que luchamos.

- Lo sé, pero nada puedo hacer por mi cuenta, milenios faltan para que pueda recuperar mi forma corpórea - me respondió.

- Entonces, eso es todo, vamos a morir todos, perderemos la pelea y no hay nada que puedas hacer - grité entre molesto y triste a la vez.

- Yo no puedo hacer nada - me dijo calmadamente - pero tú sí.

Paltros y el Cetro Carmesí Where stories live. Discover now