Capítulo XII

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Lo primero que hizo Paltros fue desatar la mayor magia que alguna vez se haya visto en este mundo, con ella castigó a los humanos a la vez que los salvaba de la extinción, los envió a un mundo donde poder y magia solo son considerados leyenda, esos conceptos no eran aplicables allá, perdiendo de esa manera la gracia de su creador, así que su vida en este mundo desapareció por completo, quedando en su mente solo algunos recuerdos que con el tiempo se fueron perdiendo, solo recordados por quienes profesaban la fe, pues es en realidad a Paltros a quien llaman por distintos nombres como Dios, Zeus, Odín, Rah y muchos otros, han olvidado su verdadero nombre pero sigue siendo él. Pero, aunque estaba molesto por su errada conducta, Paltros los seguía amando, y fue por eso, más que por sus errores, que los envió a ese nuevo mundo, pues no soportaba la idea de que Seibrom los destruyera solo por cumplir su objetivo.

Paltros empleó gran parte de su poder en la separación de los mundos, pero su fuerza no menguaba, ya con ese cometido cumplido, decidió aceptar el desafío de Seibrom y bajar por última y definitiva vez de las estancias sagradas.

Así dio inicio la segunda Gran Guerra de los grandes poderes, que decidiría, al menos por un buen tiempo, el destino de este mundo. Pero Talira no estaba dispuesta a perder por completo las maravillas que se habían realizado, ni ninguna de sus creaciones, pues todas les eran caras, así que transformó su cuerpo por el de un manto de poder con el que cubrió la tierra casi por completo, protegiendo a todas las razas de la cólera que estaba por desatarse, este tiempo fue conocido por los Vérnidan como "La oscuridad floreciente", pues aunque no recibían ni un atisbo de luz ni del Zen, ni del Zott, una luz más tenue pero agradable cubría el mundo, y las plantas siguieron creciendo, nada de lo que necesitaba luz se mancilló.

Así estuvo preparado el campo de batalla al que Paltros descendió, tan alto como una montaña, vestido con una armadura dorada y el cetro en su mano derecha, a su encuentro salió Seibrom, prepotente, tan alto como su contrincante, crecido en poder, pues aunque sus planes fueron descubiertos, había logrado reunir suficiente poder, su figura era ahora terrorífica, desfigurado por su propia malicia, vestido con una armadura roja y negra de la que salían unos vapores negruzcos, armado con una enorme hacha de doble filo a la que llamaba "La Usurpadora", pues ese era su objetivo, destronar a Paltros.

La batalla fue dura, duró alrededor de 20 años, y realizó varios cambios en el mundo, pues, aunque la protección de Talira era fuerte, peor era la furia que encima de ella se desataba, quedando gravemente herida al culminar tal contienda. Seibrom blandía su hacha como una extensión de su cuerpo, pero Paltros se defendía y atacaba ferozmente, cambiando de forma el cetro entre una gran espada y un impenetrable escudo.

Mucho tiempo llevaban peleando y su furia no menguaba, pero Seibrom iba ganando terreno, el gran poder utilizado por Paltros para separar el mundo y el invertido en crear el cetro lo habían debilitado, sabía que si la lucha se alargaba demasiado perdería, tenía que encontrar el momento para dar fin a la pelea, pero Seibrom no dejaría pasar esta oportunidad de victoria, así que aprovechando la debilidad del dios, creó con su poder dos gigantescos Brog y se lanzó al ataque, pero se había olvidado de algo, se había olvidado de nosotros, los hijos de Paltros, que aún en contra de la voluntad de mi padre descendimos de las estancias, combatimos y dimos muerte a las dos bestias inmundas.

Aunque sabíamos que nuestro poder era muy inferior, atacamos con todo lo que teníamos a Seibrom, hasta que logramos herirlo y hacerlo retroceder, pero el daño no fue mortal y su furia fue mayor, se incorporó indignado, dispuesto a darle muerte a los seres inferiores que se habían atrevido a desafiarlo, pero Paltros aprovechó su desconcentración y atacó nuevamente, esta vez ganando terreno, hasta que en una fuerte embestida lo desarmó y en una estocada lo atravesó con el cetro en forma de una lanza.

Paltros y el Cetro Carmesí Where stories live. Discover now