Capítulo 14

40 11 12
                                    

–¿de verdad queréis ir? –dijo Ella, preocupada.

–Creo que es nuestra mejor opción. –contesté.

–Ya, pero pretenden matarnos si nos infectamos.

–No les hagas ni caso, solo estaremos ahí hasta que saquemos algo útil, si nos infectamos nos vamos antes de que nos maten, no os preocupéis.

–Si nos infectamos moriremos igualmente. –intervino John.

–¡Tu calla John! Que dar ánimos no es tu fuerte.

–Chicos. –nos llamó Daimon–. ¿Qué más da lo que pase? por ahora tenemos que ir. Entrar al coche. –ordenó.

–¡Cómo va a dar igual lo que pase! ¡Nos podrían asesinar! ¿Sabes qué es asesinar?

–Que lo intenten. –Sonrió. Bufé y rodé los ojos. De todas maneras no había más opción, así que le hice caso, y decidí entrar.

–¿Y dónde se supone que tenemos que ir, señor conductor? –le pregunté.

–Ni puta idea. –respondió aún con una sonrisa y una mirada que no indicaban otra cosa que "voy a hacer algo peligroso, y probablemente la joda, aunque será divertido". También parecía, aunque muy en el fondo, concentrado.

Lo miré amenazante, no obstante no dije nada y posé mis ojos de nuevo en la carretera. Como buena copiloto debía estar atenta.
Estuve pensando un buen rato. El principal objetivo de nuestro viaje a Toulouse, no era otro que encontrar personas con las que pudiéramos intercambiar ideas e información sobre el virus, ya que no sabíamos nada de él. Aunque, ¿Y ellos? ¿Iban a saber más que nosotros? ¿Qué nos hacía suponer eso? Bueno, el conocimiento estaba claro que se transmitía de persona a persona, quizás hubieran interactuado más que nosotros con otra gente, y de esa forma obtenido algo de sabiduría popular. ¿Alguno de ellos conocería a algún médico? Fuera como fuera, conocerlos podría ser muy útil, sin embargo, más allá de eso, me interesaba ver el mundo. No me importaba la situación, en este caso un apocalipsis. Lo que yo quería era observar, y viajar, ¡Venga ya! Iba a ir a Toulouse, debía aprovecharlo. Enfoqué de nuevo mis pensamientos en el virus. Buscábamos gente para intercambiar conocimientos, y aquellos conocimientos –relacionados– podrían formar otros, así que lo mejor era escribirlos en un libro, donde pusiera toda la información sobre el virus, todo lo que se supiera y pudiera resultarnos útil, de esta manera –gracias a él–, poder crear esas relaciones.

–Oye. –dije mirando a Daimon, que estaba atento a la carretera, con aspecto despreocupado. El aire que entraba por la ventana revolvía y despeinaba su oscuro cabello. Me miró con curiosidad esperando a que yo reaccionara, y no lo hice hasta que sonrió, porque me había quedado mirándolo; sobre todo pensando.

–¿Me estabas comiendo con la mirada? –Dios, no podía ser peor. Intenté respirar ocultando mis rojas mejillas, lo que fue difícil porque su sonrisa era burlona y divertida.

–No seas estúpido, solo me he quedado pensando. Para mi desgracia tú estabas enfrente. –Técnicamente no había mentido. No del todo.

–Lo qué tú digas, Gritona. –Sonrió.

–Exacto. Y yo te dije que no me llamaras así.

–Y yo te dije que lo dejaría de hacer cuando dejaras de chillar para todo.

–¡Bueno! Soy expresiva, ¿Algún problema?

–No. Así estás perfecta.

–Ah. –contesté con su inesperada respuesta–. A lo que iba, ¿podemos parar en la próxima gasolinera?

INSOMNIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora