26

29 3 3
                                    

Caminaba rápidamente por la habitación, alterada. Sentía que estaba atrapada, que dios, fuera como fuera, había conseguido meterme en una caja. Me sentía como un peón en un gran tablero, y mi vida, se basaba en el azar.  Eso era todo para dios, un macabro juego en el que nos hacía pensar que éramos los creadores de nuestro propio destino. Sin embargo, era una mentira, una gran mentira.

Papá y mamá ya no estaban, no podía salir de aquel hotel porque sería peligroso, y ahora, una jodida chica quería matarnos. Camile no había querido que yo dijera nada sobre las intenciones de Janette, creía que podía mantenerla controlada y hablar con ella. Me parecía una estupidez. Janette tenía un punto máximo, y se había desbordado.

Me senté en la cama respirando, tranquilizándome.

—Mierda, Jane. —me dije—. Cálmate. No puedes derrumbarte ahora.

Yo tenía razón, debía mantenerme firme. Cogí el virusario y arranqué una página preparada para escribir todo, organizarme, y solucionar la situación. Algo dentro de mí me decía que ya era tarde, que estaba jodida, y que no había vuelta atrás.

Ese algo se equivocaba, debía equivocarse. Tenía dos verdaderos problemas que desafiaban a mi supervivencia y la del resto, ¿el primero? Janette, ¿El segundo?, Insomnia.
Me levanté de la cama y en silencio corrí hacia la habitación de la chica, que estaba bajo con el resto. Me daba miedo que pudiera encontrarme. Cerré mi mente evitando pensar en esas cosas, y decidida, entré. Enseguida me di cuenta de que no lo había pensado.
Su habitación era sobria y simple. Una cama junto a una ventana cerrada, una maleta gris abierta de par en par mostrando ropa y por último varias mochilas. Cerré la puerta detrás de mí en silencio y encendí la luz. Parpadeé varias veces adaptando mi vista.

Firme, caminé hasta la cama, donde suponía que si había suerte, bajo la alomada como me había contado Camile, habría algo. Probablemente nada bueno. Siendo honesta, no pensaba encontrar algo malo, toda la situación me parecía sumamente surrealista, no veía que algo así fuera posible, no a mí.
Nada, no encontré nada en aquel lugar. No obstante, había más donde buscar y, en cierto modo tenía sentido si Camile ya la había revisado antes.
No perdí la oportunidad de mirar entre su ropa en la maleta. Sentía que estaba mal, me sentía horrible al no respetar la privacidad de una persona. Pero su privacidad, en esos momentos, significaba privar de la vida al resto, y consecuentemente, la muerte.
No había nada por ninguna parte. Absolutamente nada.

Buscaba entre un silencio pacífico pese a que la situación era violenta. Mientras Janette estaba en el salón, planeando como matar a medio mundo, tranquila, segura, y confiando en sí misma.
Janette había roto una lealtad que callados habíamos prometido el día que habíamos llegado al hotel, una seguridad mutua de ambos grupos y apoyo entre nosotros. El karma lo sabía. Claro que lo sabía.

Unos pasos fuertes fuera de la habitación rompieron la calma. Mi respiración se cortó, y no tuve que pensarlo dos veces para apagar la vela y esconderme en una esquina.

Un minuto, y se seguía escuchando a alguien caminar fuera.

Tres, y los pasos se alejaban.

Seis, y volvieron a acercarse.

Diez, y se detuvieron frente a la puerta.

Trece, y yo, cansada de esperar, me obligué a mantenerme quieta.

Catorce, y el pomo giró, abriendo la puerta, mostrando una figura a contra luz.

Mi concentración aumentó su perspectiva, ya no solo escuchaba los pasos, ahora también estaba atenta al volumen de mi respiración, la medida de mis movimientos, y que tanto lograba la luz entrar. Lo siguiente que oí fue el característico sonido de viento de una vela siendo encendida, y después la habitación se iluminó. Mi corazón latía con fuerza, y mi pecho pesaba, reprimiendo el miedo, o quizás, solamente quizás, la emoción.

INSOMNIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora