Capítulo 24

46 6 22
                                    

—Jane. —escuché un susurro a mi lado.

Me tapé los oídos con la almohada, molesta porque me hubieran despertado.

—Jane. —repitió aquella voz. Al ver que no me levantaba, volvió de nuevo a hablar—. ¡Jane!

Me senté en la cama, enfadada y con ganas de seguir durmiendo. Me encontré cara a cara con Ella. Observé mi alrededor, estaba en la habitación.

—Ella. ¿Qué pasa?

—¡Tenías razón!

—Sí, lo sé. —Fruncí el ceño—. ¿En qué? —Me estiré y la seguí mirando, expectante.

—¡Con Camile! —Sonreí al ponerme en contexto—. ¡Le gusto!

—¡Me alegro! Entonces, ¿Sois novias?

—No lo sé.

—Ah, bueno. Eso tiene mucho sentido.

—No quiero salir con nadie ahora. —dijo mientras se tumbaba en la cama, boca arriba, pensativa—. Me da miedo.

—¿Miedo? —pregunté con ironía.

—Ya sabes, por Insomnia. Cualquiera puede contagiarse, y no quiero perder a más personas.

—Pero Ella, no puedes perder oportunidades por miedo a eso, al contrario, deberías aprovecharlas.

—Ya... Es tarde. ¿Sabes? Hemos hablado sobre qué hacer en navidad.

—¿¡Sin mí!? —le eché en cara con enfado. No me importaba que hubiera cambiado de tema.

—Te dormiste.

Enrojecí avergonzada por ello y me sentí débil por ser la única que estaba reaccionando de aquella manera ante una situación que estaban pasando todos. Era la única —al menos de la casa— que se había derrumbado.

—¿Qué pensasteis? —pregunté mientras me cambiaba de ropa y ponía unos zapatos.

—Nada. Como dijo Camile, ella hará esas cosas de chocolate. Nosotros pondremos una plantita que haga de árbol, y haremos regalos.

—Una navidad magnifica. —Acabé de vestirme, preparada para salir.

—Será extraña.

Le sonreí y juntas cruzamos la puerta. No teníamos nada que hacer más que pasar el día existiendo. Siempre creí que en un apocalipsis habría gritos, pánico, militares, muerte, y locura. Estaba claro que en lo único que había acertado era en la muerte, porque mis días seguían siendo tan rutinarios como aburridos.

Bajo, el ambiente no era muy distinto. Todos estaban sentados, hablando o simplemente pensando, menos Silvain que debía estar en la biblioteca. Algo revoloteó en mi estómago al pensar en él.

Cuando entré en la habitación recibí una sonrisa por parte de Daimon; mi única opción fue apartar la mirada, arrepentida por lo que casi había hecho el día anterior. ¿Era un crimen? No, pero yo me sentía como una delincuente. No por Daimon, no le estaba engañando a él; no éramos nada, y nunca lo seríamos. Solo me estaba engañando a mí. Me senté en el pequeño sofá, derrotada, aún cansada. Los miré a todos para darme cuenta de que Janette no estaba.

—¿Y Janette? 

—Durmiendo. —contestó Daimon, que me observaba con curiosidad al haberse dado cuenta de mi acción anterior—. Afortunadamente.

—No digas eso. —pidió Camile—. A veces puede ser un poco cruel, pero en el fondo es buena persona, solo tiene que coger confianza.

—No lo dudo. —respondí—. Pero creo recordar que amenazó con matarme.

INSOMNIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora