Capítulo 4: ¿Es Vino?

3.4K 710 560
                                    

“Los hombres temen a los mismos dioses que han inventado

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

“Los hombres temen a los mismos dioses que han inventado.”

Iryna inspeccionaba el lenguaje no verbal del señor Boncraft. No parecía estar a disgusto de que la muchacha se hubiera ocultado en su habitación para salir ganando, pero sí mostraba interés en querer algo a cambio. Su sonrisa juguetona, junto a la mordida de su labio inferior, denotaba un pensamiento recurrente que estaba teniendo. La primera no era una mujer a la que le gustase mantenerse callada, todo lo contrario.

Así que se apresuró en hablar.

—Lamento haber irrumpido en su habitación. No sabía que era suya. ¿Hay algo que deba hacer por ello?

Vaas jugueteó con unos de los mechones del cabello de Iryna entre sus dedos. Sus ojos bicolor estudiaban el rostro de la joven con sumo interés.

—La habitación estaba abierta por una razón, bambi. Y yo me encontraba dentro por la misma. Sabía que entrarías —respondió.

Ella alzó ambas cejas, curiosa de su respuesta. Los ojos del hombre danzaban por su rostro, estudiando con tenacidad cada detalle y expresión de la joven.

—Entonces... ¿Todo bien?

Él negó con su cabeza y chasqueó la lengua dos veces.

—No. Me gusta jugar —dijo—. Consígueme una mariposa azul.

—¿Por qué una mariposa azul? —indagó, dubitativa.

—Consíguela y sabrás el resto.

—¿Dónde podría conseguirla?

—En el jardín hay una gran variedad. Las mariposas suelen revolotear por las flores, pero las azules son excasas. La forma en la que atrapes a la mariposa, lo dejo a tu elección. Búscala. Te estaré esperando en mi despacho —hizo un leve movimiento con sus dedos, imitando el aleteo de la mariposa.

—¿Y si no la encuentro?

Vaas esbozó una sonrisa de medio lado. Acto seguido, ladeó su cabeza y dijo:

—Oh, lo harás. Créeme que lo harás.

«¿Suena a que no tengo elección, o es mi percepción?».

Se aproximó a ella, acarició su cuello con finura y soltó una risa nasal. Ella no entendió qué estaba haciendo, hasta que le quitó el collar de perlas que antes le había obsequiado como prueba. Hecho aquello, la invitó a marcharse con cortesía de la habitación. Justo después, la cerró con llave.

Iryna ni siquiera tuvo tiempo de echar un vistazo a su dormitorio ni indagar en el. Tener la presencia de Vaas frente suya era más estimulante que lo de anterior. Y eso le inquietaba sobremanera lo que un hombre podía provocar en ella. ¿Cómo alguien tan embelesador lograba crear tanto misterio?

—Seguimos jugando, Iryna —finalizó—. Hazme divertir. Compláceme.

Ella guardó silencio. Boncraft se despidió de la muchacha haciendo una leve inclinación con su cabeza. Justo después, se marchó del pasillo.

El Club de los Aristócratas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora