Capítulo 10: ¿Quieres saberlo?

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“Soy mi propio abismo insalvable y no dejo de caer en él

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“Soy mi propio abismo insalvable
y no dejo de caer en él.”

No supo cuántas horas permaneció dormitando, pero el fuerte relámpago que sonó en el exterior le avisó de la fuerte llovizna que caía. Iluminó todo el dormitorio por unos leves segundos y eso la desveló. Se incorporó del colchón. No recordaba en qué momento de la noche se puso el camisón para descansar. Ni siquiera era conocedora de haberse ido a sus aposentos.

Hasta que en su mente llegó todo lo sucedido con Gisela.

Notó el revoltijo en su abdomen al recordar toda aquella sangre estallando de su cabeza, sus ojos ojipláticos, su boca entreabierta, su delicado cuerpo inerte, caído sobre el suelo...

¿Por qué? ¿Por qué su obsesión por Vaas Boncraft la llevó a la muerte en vez de a la salvación? Lo sobrepensaba y no era capaz de simpatizar con su postura.

—Madame Delphine te ayudó a ponerte el camisón —interrumpió el susodicho, sentado en una butaca en la oscuridad. Sus piernas cruzadas y sus manos entrelazadas indicaban atención.

Iryna estuvo a punto de gritar, pero Vaas se levantó del asiento y tapó su boca con la palma de su mano. La tumbó sobre el colchón con suma delicadeza mientras la joven veía como el caballero posaba su rodilla en el borde la cama.

—Son las tres de la mañana y todos se hallan en sus aposentos —susurró—. Aunque me guste el sonido de tu voz, si gritas, despertarás a su mayoría. Lamento profundamente haberte asustado.

Lo recordó. Vaas le insertó una pastilla para calmar su estado ansioso ante la muerte de Gisela. Por eso se durmió.

—Voy a proceder a destapar tu boca. Te agradecería solemne que me susurres del mismo modo en el que yo lo hago contigo ahora mismo. ¿Te parece correcto? —bisbiseó.

Ella asintió. Aún con los ojos humedecidos de la impresión y lo rememorado. Él destapó su boca y la joven pronunció:

—Vaas...

—Primordialmente: ¿Cómo te encuentras? —Intervino.

Iryna no quería hablarle echada sobre el colchón. Prefirió incorporarse.

—Gisela está muerta... ¿Cómo cree que me encuentro? Podría haberse salvado.

—Antes de responderte a eso, tengo que agradecerte por tu destreza y por tu inteligencia ante el juego. Supiste de inmediato que ambas podríais haberos salvado y que ninguna tenía por qué salir lastimada. Pero, lamentablemente, la ceguera de Gisela fue más fuerte.

Iryna frunció el ceño. No podía creerse lo cínico que sonaba.

—Sabía que la Corona de diamantes y rubíes sería la perdición de Gisela. Conocía de antemano lo embelesada que estaba por usted. No quería salvarnos a las dos. Quería salvar a una.

El Club de los Aristócratas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora