Capítulo 5: Mentiras

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"Más sabe el loco en su casa que el cuerdo en la ajena

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"Más sabe el loco en su casa que el cuerdo en la ajena."

En el momento en que Iryna tragó lo que Vaas había dicho que fue vino, ella lo separó de un leve empujón de sus labios y lo observó con recelo. El segundo emitió una risa, enseñando sus dientes. Luego se limpió con su pulgar la comisura manchada de rojo y se lamió saboreando con gusto lo que ella no terminó de degustar. La mirada de Vaas parecía estar bañada en lujuria. Se intuía una pizca de travesura y diablura.

Desconocía qué demonios se bebió, pero estaba claro que vino no era. Era espeso y oxidante, pero con un regusto dulce que, por alguna razón, camuflaba su verdadero sabor.

—¿Qué me acaba de dar de beber, Boncraft? —formuló con escrúpulo.

Él, respondió, orgulloso:

—Especialidad de la casa.

—¿Es sangre? Dígame que no es...

—Iryna —interrumpió—. ¿Te ha gustado?

—Me ha engañado —evadió—. La botella dice ser: Chateau Lafite Rothschild, pero deduzco que un vino no debería tener ese extraño sabor oxidante. ¿Lo ha mezclado con algo?

—Permíteme disculparme de antemano ante mi brusca sinceridad, pero no creo que conozcas el sabor de este vino tan extremadamente caro, lejos de tus posibilidades.

El señor Boncraft sonrió con vanidad. Iryna frunció el ceño.

—Desconoces mis posibilidades. No sabe nada de mí.

Vaas ladeó su cabeza e hizo un pucherito con sus labios, fingiendo que su respuesta le hirió sentimentalmente.

—Sé lo suficiente, bambi —expresó.

—¿Ha mezclado el vino con alguna sustancia que deba saber? —insistió.

—Lo he mezclado con el mejor de los manjares jamás existido —respondió, entusiasmado.

—¿Qué manjar es ese?

Él dejó la respuesta en el aire, dedicándole solamente una sonrisa juguetona como contestación.

Iryna sintió unas increíbles ganas de expulsar de su estómago lo que se había tragado. Su boca se preparó, comenzó a salivar y los sudores fríos caían por su nuca. No hizo falta que le contestara, porque dedujo que a Vaas le gustaba lo grotesco.

«¡He bebido sangre! ¡Estoy segura de eso!»

No lograba comprender qué persona en su sano juicio podría consumir sangre... ¿humana? Porque si era humana, ¿de quién fue y por qué se la extrajeron? Todas aquellas pregunta sin respuesta navegaban por su mente cuál náufrago sin rumbo fijo.

«¿Acaso me lo ha dado de su boca como algún tipo de unión? ¿Qué clase de rituales satánicos se cuecen aquí?», pensó la joven con desazón.

Ella pretendió irse sin finalizar la conversación, pero Vaas la sostuvo de su muñeca izquierda, logrando que lo mirara con interés a sus ojos bicolor.

El Club de los Aristócratas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora