Capítulo 12: Violencia

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“El mundo está lleno de infiernos, y, créeme, los paraísos también son regidos por demonios”

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“El mundo está lleno de infiernos, y, créeme, los paraísos también son regidos por demonios”.

Corría exasperada para adentrarse de lleno en el voluminoso laberinto sin importarle las futuras consecuencias que podría traerle. Tras ella escuchaba los pasos de los dos varones, necesitados de arrebatarle el pañuelo de seda de sus manos para poder ganar el juego.

Jamás en su vida había podido encontrarse con un laberinto que no fuera de juguete. Aquello era sublime, escandaloso y tenebroso. No hallaba salida alguna y su medroso corazón palpitante le avisaba de su fuerte nerviosismo. Era un sin fin de pasillos de hojas y arbustos que no parecían llegar a ninguna parte; similar a un bucle en el que la salida no era posible visualizar. Pero no podía consentir que sus nervios le fallaran. Le urgía actuar serena y con cabeza. Analizar su entorno y poder hallar una maldita salida.

Sin embargo, recordó a Isahia.

El aristócrata llevaba semanas sin ganar. Semanas en las que se estaba quedando atrás. Por lo que había podido entender, a Vaas no le estaba gustando que el rubio retrocediera sus pasos y su inteligencia escaseara. Iryna desconocía lo que podría llegar a pasarle a él si continuaba con ese ritmo.

Una mano tocó el hombro de ella alertando su próximo movimiento, aunque se calmó cuando notó que era el rubio.

Ella no se lo pensó dos veces en hacer lo que tenía en mente.

—¡Isahia, toma! —le cedió el pañuelo antes de que su contrincante lo viera.

—¿Qué estás haciendo? —interrogó el otro, confuso.

—No tengo ninguna necesidad de ganar esta vez, Isahia. Estoy aquí únicamente para que me quitéis el pañuelo. Gana tú. ¡Corre! Quid pro quo.

Él lo entendió. Pero quién no pareció estar conforme con la decisión fue Esteban.

—¡Conque secretismo! —señaló tras ellos, jadeante por haber corrido—. ¡Eso es trampa!

—¡Qué trampa ni qué narices! ¡Le he quitado el pañuelo! —empujó a Iryna falsamente para demostrar su enemistad.

—Más te vale correr... —amenazó el moreno.

Isahia adelantó su paso para perderse por el laberinto y Esteban quiso seguirlo detrás, pero Iryna irrumpió sus movimientos al agarrarle del brazo, dándole tiempo al primero en poder adelantarse aún más.

—¡¿Qué crees que estás haciendo, meretriz?! —chilló—. Harto estoy de tus impertinentes victorias.

Si hubiera previsto el horroroso puñetazo que Esteban le depósito en su cara, podría haberle esquivado. Iryna se tiró al suelo dolorida, tapándose el ojo con su mano derecha. Él aprovechó para propinarle una patada en el abdomen y así no se pudiera levantar para ir tras ellos. La muchacha se estremeció y lloró de puro dolor.

El Club de los Aristócratas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora