Capítulo 10

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—Bien, dijeron que unos eran buenos en comunicación, otros cocinando y por último

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—Bien, dijeron que unos eran buenos en comunicación, otros cocinando y por último... viajando, creo. —Linda enlistaba las habilidades que antes habían mencionado—. ¿Cocina?

—Yop. —Isis levantó su mano muy emocionada.

—El que sabe trasladarse — en ese momento Arturo informó que era él, les contó que había aprendido mucho del país desde pequeño por viajar con su tío—. Por último... comunicación, supongo que Luz.

—Sí, de hecho, estudié una licenciatura en comunicación. —Agregó Luz que estaba algo seria—. ¿A dónde iremos o cómo lo haremos?

—Bien, quiero sugerir que viajemos en avión, nos dará una ventaja, pero no sé, ¿qué opinas Arturo? Linda volteó a ver a su compañero y este se lo pensó un poco.

Le pidió el mapa a Linda y vio todas las ubicaciones. Se dio cuenta de que para llegar a unas debían cruzar el océano y la mejor estrategia era reservar el uso del avión para esas ubicaciones, pero no quería ser un aguafiestas.

Vio a su derecha como los estaban grabando y recordó cómo había sido escogido por dar risa, por ser un payaso, o eso se repetía a sí mismo en su mente. Se había convertido en una crítica cruel que no dejaba de recordarse y la disfrazaba como una estrategia.

—Concuerdo contigo, Linda. No podrán ni vernos el trasero después de esta ventaja —respondió y sus compañeras rieron.

Linda revisó en su aguafon las aplicaciones y encontró la que buscaba, Uber. Pidió uno y llegó rápido, era una mini van, todos subieron y ella quedó junto a una ventana y a su lado, Isis.

—¿Por qué tienes Instagram en tu cel? —preguntó ella porque linda desbloqueó su celular frente a ella.

—Eh... Isis, es que, —No tenía idea de cómo explicarle a la chica que su padre había hablado con los productores y la habían dejado descargar la aplicación. Aunque sería para estar en contacto con las marcas con las que quedó pendiente.

También le había dicho a su padre que, si iba a participar en esa competencia, que había sido por pedido de él, ya que había invertido un poco en esa productora, tenía que tener algo con que divertirse.

Y lo cierto era que no se trataba de diversión. Se trataba de alguien, de Carlos. Ese chico que había conocido hace tiempo en su cuenta falsa, que ya no podía pasar un día sin hablar con él.

—Es por cosas de trabajo, sabes que soy influencer. —le explicó—. Le prometí a la producción que no hablaría con nadie más.

Mintió, pero tenía que asegurar su simpatía con sus compañeros. Ya había tenido un poco de mala fama. Había visto en publicaciones que cuando salió al aire el primer capítulo del programa se había ganado un poco de odio por las palabras de Ana Campana.

Se quejó con su padre, ¿cómo permitió que hablaran así de ella? Pero él le dijo que, hasta la mala prensa, era buena prensa. Suspiró y bloqueó su celular, debía esperar a tener un momento de privacidad si quería hablar con Carlos.

La cruzada del millón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora