Capítulo 11

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Entre todos los competidores que estaban corriendo, intentando ganar ventaja, el equipo «La Realeza» se había detenido para discutir sobre cómo trasladarse

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Entre todos los competidores que estaban corriendo, intentando ganar ventaja, el equipo «La Realeza» se había detenido para discutir sobre cómo trasladarse. Correr sin sentido no era una opción.

—Vamos a aquella banca. —Luis apuntó a un parque que estaba muy cerca, todos asintieron y se sentaron en ella. Los camarógrafos se acomodaron frente a ellos y buscaban los mejores ángulos. El médico se sentó en una banca cercana.

—Reyna, me habías contado que conocías gran parte del país, ¿verdad? —Ella dijo que así era, que era maestra y ha laborado en diferentes estados del país.

—Yo creo que deberíamos viajar por autobús. —Recomendó ella—. En lo único que nos puede retrasar, es en las paradas que pueda hacer y en lo que tarde en salir.

—¿Y si nos vamos en un carro rentado? —preguntó uno de los chicos.

—Hay muchas rutas y no las conozco todas, siento que si nos vamos en un autobús donde ya tienen experiencia en viajes y buscan las rutas más cortas, tendremos una ventaja. —Reyna sacó su celular y buscó en Google las diferentes ofertas de viajes en autobús.

—Suena lógico, no queremos perdernos y de paso perder el millón —El mismo chico, Pablo, les dijo a todos.

—Te mato. —Reyna le amenazó entre risas—. El autobús con la ruta más corta sale mañana por la mañana, ¿nos vamos a un hotel mientras tanto?

—Yo diría que busquemos como... ¿Una casa? Un lugar con varios cuartos, así estamos cerca todos y hay más material de nosotros para el programa, eso también nos ayuda, ¿no? —Pedro, el chico que había contado antes ser muy bueno socializando les sugirió a todos.

—Ya estoy buscando uno, chico listo. —Reyna sacó de nuevo su celular y encontró uno que quedaba lejos, pero cerca de la estación de autobuses—. ¿Quién se hace cargo de las maletas?

—Yo llevo la de equipo. —Luis se apresuró a agarrar la maleta más grande y, por lo tanto, pesada. Cómo si hubiera sido el gran favor, le dedicó una sonrisa a Reyna y acercó la maleta de la comida a los otros dos chicos.

—Dámela, después de todo yo soy el chef aquí. —Pablo se ofreció y esto hizo que Reyna riera y que Luis le dedicara una mirada de mucha seriedad y celos.

En cosa de una hora ya estaban llegando al lugar donde se hospedarían, se habían ido en taxi, no tenían mucho apuro, ya que el autobús salía hasta el día siguiente y los boletos ya los habían comprado en línea.

Era en un edificio, el tercer piso de once pisos, el sitio tenía una cocina, una sala y cuatro habitaciones, cada una con dos camas individuales y su propio baño con ducha.

—Bueno, yo me quedó con Olivia. —Reyna les dijo a todos—. Peléense por el resto de los cuartos, muchachos y avisas cuando esté la cena, Pablito.

—A sus órdenes, comensal. —Pablo estaba muy animado—. ¡Yo pido al jefazo!

Luis estaba gritando internamente y deseaba con todo su corazón que recién hayan trapeado ese piso y Pablo se resbalara hasta caerse por una ventana, pero la vida no era muy complaciente.

La cruzada del millón.Where stories live. Discover now