Capitulo X: Mi nombre es Karel

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Onceava lunación del año 104 de la era de Lys

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Onceava lunación del año 104 de la era de Lys. El Dragón de fuego, Feriberg, reino de Vergsvert.

El Dragón de fuego era un hervidero. Al pasar por las mesas, Karel escuchaba trozos de conversaciones y todas, sin excepción, mencionaban lo sucedido esa misma tarde: el anuncio del rey y la reacción de Viggo ante este.

Era tanto el alboroto que nadie miraba el espectáculo. En las mesas hacían teorías, incluso hasta apuestas sobre cuál príncipe se alzaría con la victoria o cuál sería el siguiente paso de Viggo.

Karel no alcanzaba a comprender la decisión de su padre. ¿Acaso, realmente, su madre tenía responsabilidad en ella? No estaba muy seguro de cuáles eran las verdaderas intenciones del rey al tomar esa decisión, pero lo que podía prever era que con ella había desatado una guerra entre los príncipes por el trono. Al menos de parte de sus hermanos, porque todo aquello a él no le interesaba.

Su vida tomaba un rumbo que nunca antes consideró. Jamás se vio a sí mismo como un posible rey, aunque para ser realistas no es que hubiese reflexionado mucho en su futuro.

Tomó asiento en una pequeña mesa en un rincón apartado. De inmediato, uno de los sirvientes le trajo vino de pera, llevó la copa a los labios y continuó con sus pensamientos.

En Augsvert se limitó a estudiar, a fortalecer su magia y a pasarla bien con sus amigos. No era el más popular, no obstante, a pesar de no ser nativo de ese reino, tampoco era un desadaptado. Cuando concluyó su educación, aunque no quería, regresó a Vergsvert, dispuesto a ocupar algún cargo poco trascendental en el gobierno. Había estado convencido de que envejecería mientras su vida transcurría apacible y otros se encargaban de llevar las riendas de la nación.

Hasta ese momento su mayor sobresalto fue la duda de si le gustaban o no los hombres. Aunque no se había atrevido a tener relaciones sexuales ni con hombres, ni con mujeres, eso tampoco representaba mayor problema. Era un noble, en su estrato social los matrimonios concertados y sin amor eran la norma. Se sobrepondría a sus dudas, las enterraría llegado el momento y se casaría. Tendría un par de hijos y vería pasar la vida, sin amor, como hacían todas las nobles familias.

Pero Surt, el tejedor de hilos, parecía empeñado en que su destino fuese otro. Su madre lo estaba presionando desde antes de que su padre diera el anuncio. Tal vez porque ya conocía los planes del monarca y se le había metido entre ceja y ceja que Karel tenía que ser rey.

Así que, adiós vida apacible.

En la tarima varios muchachos tocaban instrumentos de cuerda y viento, en el aire flotaba una música suave a la que nadie prestaba atención, las risas y las voces altas se elevaban por encima de cualquier melodía. Karel de nuevo se llevó la copa a los labios y bebió.

Se sentía más solo que nunca. Su madre lo obligaría a luchar por el trono y por un destino que él no quería. En medio de su turbación, ir a ese local y ver a Lysandro, dejarse cautivar por la fascinación que le causaba el muchacho, era una especie de escape a la confusión en que se estaba convirtiendo su vida.

El amante del príncipeWhere stories live. Discover now