CAPITULO XLIX: "Creí que eras diferente"

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Poco después del anochecer les llegó el aviso de que el rey Daven y su comitiva entraban en Beremberg

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Poco después del anochecer les llegó el aviso de que el rey Daven y su comitiva entraban en Beremberg.

Lysandro y Jensen fueron hasta el salón del trono. Al llegar ya estaba dispuesto un gran banquete, los generales y príncipes aguardaban la llegada del monarca charlando entre ellos. Varios sirvientes esperaban de pie en los rincones, con expresiones de terror en sus rostros sumisos. Lysandro dedujo que temían al nuevo rey.

Pero él no le temía.

En su interior había expectativa por conocer al hombre que determinaba el destino de tantas personas, que había causado la desgracia de su padre y al que no le temblaba el corazón para desatar una guerra a muerte entre sus propios hijos.

Jensen se acercó a donde charlaban los príncipes. Lysandro fue detrás de él, hizo las reverencias de rigor y luego esperó discretamente un poco apartado del grupo. Sintió la mirada de Karel sobre él, pero también la de Viggo. Ahora que el rey Daven estaba tan cerca, lo más probable era que el primer príncipe le recordara la promesa que habían hecho en el bosque de naregia: juntos cobrarían venganza sobre el rey y Lysandro, a cambio, tendría que descubrir si Jensen estaba detrás de la Sombra del cuervo.

En el exterior sonaron las trompetas y los tambores que anunciaban la llegada de la comitiva real. Dentro del salón, los rostros mutaron sus expresiones de relajada charla a sonrisas tensas y expectantes. Lysandro le dirigió la mirada a Karel y cuando este le correspondió, el joven escudero sonrió y asintió levemente dándole ánimos.

Las grandes puertas dobles se abrieron y por ella cruzó la comitiva. Al frente, portando la corona y envuelto en una capa bermellón sujeta en el hombro derecho con un gran broche de oro, entraba el rey. Era un hombre alto y robusto. El color de su cabello, a pesar de estar salpicado de profusas canas, era del mismo tono castaño que el de Karel, pero hasta allí llegaba el parecido. Los ojos eran oscuros, hundidos bajo espesas cejas, la nariz prominente, los labios y el mentón ocultos por la barba. Todo él daba una imagen que invitaba a la reverencia y a temer.

Lysandro se inclinó mientras el rey avanzaba sobre la alfombra en el medio del salón. Mantuvo los ojos gachos hasta que el monarca tomó su lugar en el trono. Se dejó oír el grito de «lifa reik, Daven el grande» de todos los presentes reverenciando al mandatario, entonces, Lysandro se incorporó, pero no se unió a los vítores. Junto con el rey llegaron varios hombres ataviados de manera elegante y algunas mujeres que no subieron al trono con él, sino que aguardaron con el resto de los generales y los príncipes. El escudero supuso que las mujeres serían sus esposas y concubinas favoritas y los hombres, los miembros de su gabinete.

Sin embargo, se sorprendió al reconocer a una de las mujeres. La princesa Jonella estaba entre ellas y se había acercado para saludar a su esposo, acompañada de otra dama un poco mayor. Lysandro sabía que Karel no la amaba, pero eso no evitó que la punzada de los celos se alojara en su pecho. De pronto verlos a ellos fue más importante que observar a su enemigo y también más doloroso. Apretó la mandíbula y apartó la mirada cuando él la besó en la mejilla.

El amante del príncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora