EXTRA: Lysarel (II/III)

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Era un camino que muchas veces había recorrido, pues Lysandro a menudo viajaba a Nurumarg, la ciudad grande de Briön más próxima a Cumbres de Vel

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Era un camino que muchas veces había recorrido, pues Lysandro a menudo viajaba a Nurumarg, la ciudad grande de Briön más próxima a Cumbres de Vel. Iba una o dos veces cada lunación para proveerse de ingredientes que no se hallaban en la aldea cercana a su casa.

Había cabalgado mil veces de ida y vuelta hasta allá y nunca le pareció tan bonita la ruta como en ese momento. El sol resplandecía y calentaba un poco la fría tarde otoñal, ni una sola nube empañaba el azul límpido del cielo. Atravesaron un campo de flores que, solo en ese momento, Lysandro se percató de cuán hermoso era.

A pesar de que el viaje era agradable, no pararon hasta arribar a Nurumarg. El cielo comenzaba a cambiar de rosa a malva cuando atravesaron las murallas junto a otros viajeros.

La ciudad era bastante próspera, con cada calle empedrada y casas que lucían fuertes, construidas con piedra y madera; a pesar de la hora vespertina y próxima al anochecer, los pobladores andaban de un sitio a otro sujetando canastas y zurrones llenos de compras. Sin embargo, a Lysandro, que ya conocía la ciudad y sabía de su movimiento, le pareció más agitada de lo usual. A medida que los caballos avanzaban a marcha lenta por la amplia calle central, les iba llegando más clara la razón.

La algarabía de muchas risas y la música de panderetas y flautas se incrementaba a medida que se acercaban al centro de la ciudad.

—Parece que celebran algo —le comentó Karel, mirando alrededor.

Lysandro notó los banderines azules y dorados que adornaban la calle principal, juntos con las lámparas de aceite en lo alto de los postes de madera que continuaban hacia la derecha del camino y se perdían entre las personas que allí se agrupaban. Más lejos en esa calle podían verse toldos de colores de puestos ambulantes. El joven a caballo recordó que se encontraban en la novena lunación del año y que por esas fechas los Brioneses celebraban el fin de la cosecha y se preparaban para el invierno.

—Es el Festival de la Briola —dijo Lysandro mientras se alejaban del alegre alboroto por una calle paralela.

—¡Oh!, ¡tienes razón! —le contestó Karel—, lo había olvidado—. ¿Te gustaría venir más tarde?

Lysandro dudó, no era muy dado a las celebraciones. En seis años que tenía frecuentando Nurumarg nunca participó de su festival, siempre intentó evitarlo. Pero cuando miró la gran sonrisa en el rostro moreno y los ojos que lo veían esperanzados, aceptó.

—¡Perfecto! —Karel amplió la sonrisa—. Consigamos primero posada, aunque me temo que será difícil. Con un festival en la ciudad, todos los alojamientos estarán llenos.

Lysandro estuvo de acuerdo, así que ambos comenzaron a recorrer las calles buscando donde dormir. Cada posada a la que entraban, apenas pisaban el umbral, les decían: «sin habitaciones», así que por último uno solo bajaba del caballo para preguntar, casi resignado a no encontrar cupo.

Cuando ya se habían hecho a la idea de tener que dormir en las afueras de la ciudad, bajo la barrera mágica de Karel, hallaron una pequeña posada.

Lysandro desmontó y le indicó al hechicero que lo esperara mientras él preguntaba.

El amante del príncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora