Capítulo LXIII: "Tenemos que salir de aquí"

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Para Lysandro el mundo se había detenido

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Para Lysandro el mundo se había detenido. La luz que se proyectaba en el suelo desde el corredor no variaba, era la misma cada vez que dirigía hacia allí la mirada. La araña en el rincón más iluminado tampoco se movía, el muchacho no tenía forma de saber cuánto tiempo había pasado desde el juicio.

Un soldado entraba, le daba una pasta desagradable por comida y un tarro con aguas sucias. Esa era la única interacción que tenía y la evidencia de que el mundo afuera era el mismo de siempre y de que él seguía sin morir.

Sin embargo, no sabía cuántas veces había entrado el soldado en la celda. Podía haber sido solo un día, o tres o mil, daba igual.

Lo único que sabía era que la pena no se iba.

Se sumergía en los recuerdos. Por más que trataba de que no dolieran, era inevitable que lo cubrieran con el manto melancólico de la pérdida. Pensar que por su culpa había muerto Jensen y que Karel tampoco estaba, era insoportable.

Viggo no quería darle el consuelo de la muerte. Mantenerlo vivo y amenazado con devolverlo a La Señora era el peor de los suplicios. El príncipe era un hipócrita, lo castigaba porque se negaba a manchar la memoria de Karel.

La reja de hierro se abrió y la luz penetró con algo más de intensidad. Lysandro apenas levantó la mirada para ver cómo dos soldados entraban. Se acercaron a él y ocurrió algo distinto a la usual rutina. Uno de ellos tomó sus manos y las amarró en su espalda.

En un fugaz instante, Lysandro sintió curiosidad. ¿Lo llevarían de nuevo ante los sacerdotes? ¿Viggo insistiría en que acusara a Karel? Él nunca lo haría, prefería que su cuerpo se pudriera y los gusanos se lo comieran en ese oscuro calabozo antes que dañar la memoria del príncipe.

—Así que eres un pequeño hoors —dijo uno de ellos mientras lo llevaba hacia atrás, hasta recostarlo contra la pared—. Es una deshonra que alguien como tú entrara en nuestro ejército.

El primer golpe lo dejó sin aliento y a ese le siguieron muchos más. Pronto, se deslizó por la pared y se ovilló en el suelo, intentando protegerse de las patadas que ambos soldados le daban.

—¡¿No que eras un soldado?! —le gritó uno de los guardias con sorna—. Los desviados como tú deberían estar muertos.

—¡Basta!, ¡ya déjalo! —ordenó el otro guardia— Si se te pasa la mano y lo matas, no nos van a perdonar.

—Me dan asco los tipos como este. Todavía no entiendo por qué no lo matan.

A pesar de que su compañero le había dicho que parara, el soldado continuaba pateándolo. El joven escudero tosió y un puñado de sangre se escurrió entre sus labios, se puso de rodillas e intentó escapar de la golpiza, gateando. Sin embargo, uno de los dos lo sostuvo por el pelo y le alzó el rostro, con saña le atinó un puñetazo en la cara. La celda se tornó más oscura de lo que era, Lysandro se desmayó.

El amante del príncipeحيث تعيش القصص. اكتشف الآن