Capítulo LVII: "Mátalos a todos"

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Octava lunación del año 105 de la Era de Lys

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Octava lunación del año 105 de la Era de Lys. Castillo de Laungerd, Illgarorg, reino de Vergsvert.

Mientras montaba a Nocturno, Lysandro sentía sobre la piel del rostro el salitre que la fría brisa invernal arrastraba consigo. El sol matinal iluminaba con desgano a Illgarorg, que parecía más que nunca una tierra de fantasmas.

Tenía un largo camino por delante. Cabalgaba junto al resto de la guardia personal, custodiando el carruaje en el que viajaban Karel, Jonella y sus doncellas rumbo a la capital del reino.

Dos días antes, a Laungerd llegó el anuncio real de que la princesa Umbriela estaba en cinta, tal como afirmó lara Bricinia en la casa de Jensen. El rey invitaba a todos los nobles del reino a Eldverg, con motivo de celebrar la libación de agradecimiento por la concepción del nuevo heredero. Por lo tanto, Karel y Jonella se pusieron en marcha.

El príncipe no quiso dejar sola a su esposa. Debido a su embarazo, constantemente se veía asediada por náuseas y mareos, en consecuencia él viajaba dentro del carruaje con ella.

Pararon un par de veces durante menos de un cuarto de vela de Ormondú para que la princesa estirara las piernas. Durante los breves descansos, Lysandro no se acercó a Karel, que desde el anuncio de la gravidez de Jonella trataba de disgustarla lo menos posible, y una de las cosas que más incomodaba a la princesa era el escudero.

Después de la primera vez, los encuentros nocturnos compartidos continuaron ocurriendo antes de que Jonella lograra embarazarse. Al principio fueron tensos y llenos de dolor, pero con el tiempo adquirieron tintes de mera obligación, cada quien cumplía con su papel lo mejor que podía.

Se diría que después de compartir la intimidad del sexo, debería existir cierta aceptación, sin embargo, no era el caso y la princesa continuaba odiando a Lysandro, lo dejaba muy en claro cada vez que se cruzaba con él. Jonella solía ignorarlo y cuando debía dirigirse por fuerza a él lo hacía de la manera más lánguida posible.

Aun así, Lysandro no estaba resentido con ella. Con el embarazo lograron acallar los rumores y en el castillo todos tenían grandes expectativas por la llegada del primogénito.

No obstante, Karel difícilmente disimulaba su sufrimiento. Pasaba los días dividido entre atender y complacer a Jonella y no incomodarlo a él. Por más que Lysandro le aseguraba que entendía la situación, que aceptaba que tuviera que prestarle mayor atención a ella, el príncipe continuaba pidiéndole perdón constantemente y cada vez que podía escapar de uno de los mareos de Jonella, se escabullía con él para colmarlo de atenciones, juramentos de amor y regalos.

También era cierto que la compañía de Fuska lo consolaba. Al principio los sirvientes de adentro se mostraron temerosos y recelosos del animal, pero Fuska no se separaba del lado de Lysandro, poco a poco dejaron de temerle. Algunas noches el gaupa desaparecía y volvía al amanecer. Una que otra vez regresó con alguna serpiente o roedor como regalo.

El amante del príncipeWhere stories live. Discover now