Capítulo 4:

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Como de costumbre, hoy tampoco había nadie esperándome. Éramos yo y la tormentosa voz dentro de estas paredes, como de costumbre. Si fuera la semana pasada hubiera salido con los chicos para distraerme, pero.... Eso ya no es posible.

Me quité la ropa y me tiré desnudo a la cama.

Sin ellos tengo mucho tiempo libre. Dormiré hasta la noche, — pensé mientras cerraba los ojos.

Cuando desperté todo estaba oscuro. Solo iluminaba la habitación la luz de la luna a través de mi ventana.

Todavía medio dormido busqué mi teléfono para mirar la hora.

Extendí mi brazo hacia la izquierda buscando en la cómoda. Palpé a ciegas mientras aún entreabría los ojos.

—¿Dónde está mi teléfono? Ahora que lo pienso no lo he visto en todo el día.

Me levanté del colchón y comencé a buscarlo por toda la habitación, regándolo todo. Entre las sábanas. Debajo de la cama. En las gavetas de la cómoda. Dentro del closet. No aparecía por ningún lado.

¡¿Dónde lo dejé?! ¡Es cierto! Sigrid tiró mi ropa a la basura. Ella seguro ni revisó los bolsillos antes de botar el pantalón.

—¡Maldita ricachona, haré que me compre uno nuevo! — volví a tirarme en la cama.

Aunque de todas formas ya no hablaré con nadie con él.

Miré hacia afuera, por la ventana transparente de cristal —Ya es de noche.

—Cierto, quedé de encontrarme con ella.

Me vestí con la misma ropa que compramos con anterioridad, escondí bajo mis prendas algunas cosas que me serían de utilidad, y salí de la habitación en dirección a su encuentro.

Por la noche la ciudad contrasta totalmente. El centro es bullicioso y está repleto de luces. Hay multitud de personas, desde jóvenes hasta empleados, que salían de sus oficinas a distraerse en bares o con mujeres. En cambio, los barrios bajos son sombríos y callados. Sueles ver poca gente en los callejones. La reacción normal si ves a alguien cerca es alejarse; a no ser que tú seas el ladrón o el asesino.

Está estrictamente prohibido estar en las calles después de las 10 de la noche. A partir de esa hora los dragones y elfos tienen permitido matar a cualquier persona fuera de su hogar.  Aún así, algunos temerarios salen a la calle sin importarles el peligro; yo me incluyo entre ellos. “Las reglas están hechas para romperlas”. Otra manera de ser devorado vivo es cometer cualquier acto ilegal, eso solo si te pillan con las manos en la masa claro.

No sabía qué hora era, pero tampoco me importaba mucho. Ya era una hora avanzada cuando llegué al punto de reunión.

Deben ser las nueve de la noche o más tarde.

Sigrid estaba en un asiento de espaldas a mí.

Con pasos insonoros me acerqué lentamente a ella. Mi intención era sorprenderla.

Llegué silenciosamente a su retaguardia. De un momento a otro, sin tener tiempo a hablar siquiera, estaba en el suelo.

—Llegas tarde. Muy tarde. ¡Demasiado tarde! —Sigrid torcía cada vez más mi brazo.

—¡Lo vas a romper, tonta! — grité agonizando por el dolor.

—No me importa — dijo ella serena —Son las 9:35 y te cité a las 8:00. Hacerme esperar es un pecado que merece la muerte. Estoy siendo condescendiente.

—¡Se está rompiendo!, ¡de verdad se está rompiendo!

Esta chica... ¿no estará hablando en serio, o...?

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