Capítulo 18:

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Esa misma mañana

Narrador omnisciente:

Los pasos del Dragón Transparente resonaban en la recepción del edificio, acompañados por un “Bienvenido” melodioso por parte de las empleadas vestidas de sirvientas.

—Gracias, chicas — respondió amablemente al cordial saludo.

Estando en el ascensor, no podía ocultar su ansiedad con el constante golpeteo de sus dedos en el brazo. Era la primera vez que todos los ejecutivos se reunían en un mes. Y esta vez no era solo para debatir temas empresariales, eso era algo que tenía bien en claro.

Luego de unos interminables tres minutos, las puertas se abrieron con su clásico sonido, dando lugar al largo pasillo que llevaba a la sala de reuniones.

—Tan puntual como siempre, Presperios Crysdraco — fue recibido por una figura que le resultaba despreciable.

—Vaya, entonces si puedes ser respetuoso, Arashi Ryūji — respondió resaltando la palabra "respetuoso".

—Es el respeto que merecen los ancianos como usted — dijo en un tono burlón el chico atrevido.

—Mocoso insolente — musitó Picasso y continuó su camino hacia la oficina.

Ryūji, de apodo Tesla, lo siguió de cerca con su constante aura violenta, como una tormenta azotando con todo lo que le rodea.

—Por cierto, ¿cómo sigue tu brazo? — le preguntó Presperios sabiendo que lo molestaría.

Él apretó con su puño la manga vacía de su brazo derecho, y rechinó iracundo los dientes —Voy a cobrarlo cuando manos te lo esperes — declaró rabioso.

Al finalizar el incómodo transcurrir de ambos por el pasillo, llegaron a la puerta doble que daba entrada al lugar dónde se decidiría el destino del extraño grupo, que rompía con todos los estereotipos inculcados desde tiempos arcaicos.

Circundantes a la mesa redondeada de madera, estaban sentados los nueve ejecutivos junto a Mozart. Una pared de cristal daba una vista completa de la ciudad en el lado derecho de la habitación.

Eran las 9:15 de la mañana cuando comenzó la tensión del encuentro. En los primeros 30 minutos solo se debatieron temas empresariales, como si fueran personas normales las que hacían presencia en esa sala. Quizás en un intento contraproducente de disminuir la tensión entre los participantes. La presión aumentó con cada segundo que pasaba, a la par de las intensas miradas, formulándose en la cabeza de muchos la pregunta: “¿Qué es lo que va a pasar?”.

Y el globo estalló por el lado más débil e impaciente.

—¡¿Podemos dejarnos de tonterías e ir al tema principal?! — Un Tesla estresado y ansioso se levantó de su asiento, y golpeó la mesa.

—Desgraciadamente tengo que estar de acuerdo con el niñato. ¿Podemos ir al tema por el cuál estamos aquí, Maestro? — habló el Coloso de Acero, Demetri Steegron.

—Que impacientes — refutó Mozart —Bien, accedo a su petición, — dijo bordeando con su dedo la copa de vino que estaba encima de la mesa.

—Seré claro. No puedo perdonar que una chiquilla rebelde manche el honor de los dragones — expresó exaltado la Tormenta Eterna —Una cosa es que te rechace, pero se ha aliado con un demonio ¡Una vampira!

—Escuché que tu hijo también está metido en eso — interrumpió en la conversación el hombre de cabello cenizo, nombrado Hittler por el actual líder de los dragones —Que lástima, tú que te habías esforzado tanto en mantenerlo alejado de nuestro mundo.

—Supongo — respondió su contrario desde el otro lado de la mesa —Uno siempre regresa a sus raíces, como mismo no puedes tapar el sol con un dedo.

Entre los dos había una chisporreteante y violenta rivalidad que data desde tiempos inmemorables.

—¿Calígula, estás de acuerdo con esto? — se dirigió Tesla a aquel viejo encerrado en el cuerpo de un adolescente de maquillaje y vestir extravagante, que acariciaba con afán al gato atigrado encima de sus piernas, mascota que valora por encima de todas las cosas.

—No lo sé, a mí Alexxander me parece muy apuesto; sería una pena asesinarlo — respondió el empleado más excéntrico de Mozart.

—¿Hydra qué opinas tú? — preguntó otra vez nuestro intranquilo Arashi al hombre de aspecto senil que golpeteaba anciosamente sus dedos.

El anciano, quien desde hace ya un tiempo se sentía angustiado, se puso aún más nervioso con la repentina pregunta.

—Yo... No lo se. Perdón, perdón... — se disculpó una y otra vez, golpeando su cabeza reiteradamente contra la mesa.

—El vejestorio ya ni siquiera puede controlar sus personalidades, no lo fuerces — intervino por primera vez en la conversación el frívolo Terror Invernal.

—¡Ragnar! — gritó esperanzado con la idea de que la racional mente del susodicho estaría de su lado —Tú deberías estar de acuerdo conmigo.

—Es cierto — respondió calmado —Los dragones somos los seres más orgullosos. No dependemos de armas ni de la protección de otros entes, nos sustentamos con nuestra propia y única fuerza. Los métodos de Sigrid son una ofensa hacia nuestra raza.

—¿¡Lo ven!? — vociferó exhaltado.

—Sin embargo, — Ragnar lo interrumpió, para proseguir con su opinión —Sigrid es la princesa de los dragones, hija del Soberano de las Llamas, Kaihal Dragneer, el hombre al que más admiro, y nuestro anterior líder. Me es inconcebible cometer tal acto de traición a la gratitud y respeto que siento por él. Por lo tanto me abstendré de intervenir, si Sigrid muere, no será por mi mandato. ¿No es así, Maestro?

—En efecto, mi estimado Ragnar — afirmó Mozart —Me alegra saber que sigas tan juicioso a pesar del paso de los años. Sigues siendo el mismo Kald Snødrage que en tiempos remotos sumió bajo su yugo todo el norte del continente europeo, ganándose el apodo de Terror Invernal.

—Me honra con sus palabras, Maestro — dijo Ragnar llevándose la palma de su mano derecha al pecho.

—Yo le hice una promesa a mi amigo — habló Mozart, esta vez dirigiéndose a todos en la sala —Que cuidaría su hija hasta la llegada del Ragnarok. Y un caballero siempre cumple su promesa. Sigrid solo es una niña, los jóvenes tienden a ser rebeldes, impertinentes y peculiares, por eso se inclinan por provar cosas nuevas. No obstante también soy un líder, y un líder tiene la obligación de escuchar a sus súbditos. Por tanto, hagamos una votación.¿Quiénes están a favor de aceptar al grupo de Sigrid?

A la pregunta de Mozart solo tres personas levantaron las manos: El Dragón Transparente, Persperios Crysdraco, el Devorador de Mundos, Bleak Dramortem, quien porta el sobrenombre de Calígula, y el Ursupador del Sol, Ra Galaxien, nombrado Bolívar.

Gané — pensó Arashi al ver a la minoría que apoyaba la idea.

—¿Quiénes están a contra? — Alzó otra vez la voz Mozart.

Con sus palabras otras tres personas alzaron sus brazos. Esta vez la Tormenta Eterna, Arashi Ryūji, el Ursupador de la Luna, Apofis Galaxien, de apodo Hittler, quién no podía aguantarse las ganas de llevarle la contraria a su tan amado y odiado hermano, y por último, el Coloso de Acero, Demetri Steegron, portador del sobrenombre Marx.

Solo tres de los presentes mantuvieron sus manos abajo en todo momento. Ellos eran Allagí Hydra, el Terror Invernal, Kald Snødrage, y el Grito de Muerte, Hören Klandrachen.

—¡¿Beethoven?! ¡¿Tú también?! — Dijo Arashi en un alarido al ver que las coaas no resultaron como quería.

—Mis oídos son sordos ante los asuntos mundanos — respondió el silencioso hombre para volver a su mudez, como lo había hecho en toda la mañana.

—Bueno, ya que esto resultó en un empate, resolvamos nuestras diferencias a la antigua, como solo nosotros los dragones mejor lo sabemos hacer — unió sus palmas Mozart en un sonoro aplauso seguido de una ligera sonrisa ladeada; —con un duelo.

Madness PartyWhere stories live. Discover now