Capítulo 21:

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—Alexxander levántate, — escuché susurros que me parecieron tan lejanos que parecían proceder de otro mundo.

—Cinco minutos más — mascullé entreabriendo la boca. Di una vuelta en la cama, enrollando mi cuerpo entre las sábanas, en un intento de escapar de la realidad de tener que despertar.

—¡Mueve el culo esclavo!, — los pequeños susurros se esclarecieron en un grito, a la vez que caía al suelo, y encima de mí cayó el colchón, convirtiéndome en una hamburguesa viviente.

Sigrid comenzó a saltar sobre mi espalda una y otra vez, aplastándome contra el piso duro.

—¡¿Qué horas crees que son?! — continuó vociferando mientras saltaba.

—¡Ya estoy despierto! Solo bájate — dije resignado.

—Son las siete y media, más te vale estar listo en treinta minutos. Sabes que odio esperar — me ordenó antes de salir del cuarto

Saqué una muda de ropa del armario de madera; una chaqueta de cuero dorada junto a una camiseta negra, unos vaqueros oscuros, y un bóxer. Por último agarré mi toalla favorita de una gaveta, blanca de bordados amarillos, y sí, girasoles estampados en una esquina.

Caminé murmurando maldiciones por el pasillo hasta el baño, por la tortura de tener que despertarme tan temprano en la mañana luego de haber estado entrenando hasta las tres de la madrugada.

Me miré en el espejo encima del lavamanos, y efectivamente, tenía unas ojeras terribles. También estaba comenzando a hacerse visble la sombra de una barba. Luego me encargaría de solucionar el problema; ahora tenía que concentrarme en darme un baño rápido de cinco minutos para que “su majestad no tenga que esperarme”.

Dejé caer rápidamente el agua por mi cuerpo, apenas enjaboné las partes esenciales para estar lo suficientemente limpio.

Me cambié y me acomodé la ropa a la vez que me cepillaba; parecía un maldito pulpo, haciendo dos y tres cosas a la vez. Ñodejé las prendas sucias en un cesto, cepillé mi cabello, o apenas me peiné, frente al espejo de la cómoda al lado de la cama, la cual estaba hecha un desastre; desastre que no iba a arreglar ahora.

Luego de unos 20 minutos llegué a la sala del apartamento, con la respiración agitada, para encontrarme con dos chicas desayunando de lo más calmadas, aún sin haberse cambiado.

—¿Qué están haciendo? — pregunté incrédulo al ver tal paisaje, luego de que Sigrid me hubiera lanzado de la cama para apurarme.

—Estamos leyendo un libro, ¿no lo ves? — dijo Vanessa con claro sarcasmo y una tostada huntada con mantequilla en una mano, y en la otra una copa con líquido color rojo oscuro, el cual no podría afirmar que fuera vino.

—Sí, eso ya lo veo — respondí rodando los ojos —¿Pero acaso no nos vienen a recoger en 10 minutos?

—Alaxxander, siéntate a desayunar. — La enana palpó la silla que quedaba libre —Son las siete de la mañana apenas.

—¡¿Cómo que las siete de la mañana?! ¡Sigrid, me dijiste que faltaban treinta minutos! — Grité exasperado. Juro que la vi sonreír, juro que pude ver una sonrisa formándose en su rostro por unos instantes.

—No sé de qué me estás hablando. ¿No te lo habrás imaginado todo? Estabas medio dormido — alegó esta, y llevó un trozo de carne a su boca, de la cual no estoy muy seguro que fuera de cerdo.

Decidí rendirme y sentarme a comer.

Ya verán que algún día me las voy a cobrar todas.

Deberías matarlas y así ya no te molestarán más.

Cállate — le dije a la molesta voz de mi mente.

Madness PartyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora