🎪Chapitre XXV🎪

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La noche pasó, no dormí nada, el dolor, la preocupación y la inquietud no me lo permitían. Estaba sentada en el mueble de la ventana contemplando el amanecer, como la luna se ocultaba para traer de vuelta la luz.

Espero que muy pronto aparezca el sol en mi vida y que ya la noche oscura pase.

Me araño las manos sobre las vendas que me coloqué anoche, todo mi cuerpo estaba lleno de ellas.

Tocaron a mi puerta y me trajeron el desayuno. No como, lo dejo tal y como está sobre la mesa. Pierdo mi mañana tratando de hallar la forma de escapar, pero este lugar tiene una seguridad de alta gama.

Ruidos de llantos y gritos se oyen de vez en cuando a las afueras de mi habitación y me muerdo las uñas muriendo por saber que ocurre del otro lado.

No me distraigo más y muevo cielo y tierra buscando todo método para un escape efectivo.

Estaba en el baño quitando la cortina de la ducha para tomar la barra y golpear la puerta o romper la pared.

Salgo y toda la habitación estaba desordenada por todo el revoltijo que hice intentando escapar. Me acerco a la puerta y preparo la barra como si fuera un jugador de béisbol preparado para hacer un home run. Golpeo la manilla con mucha fuerza y ésta no cede, sigo dando golpe tras golpe, pero es en vano.

Me doy vuelta y me dirijo hacia la ventana, hago el mismo procedimiento para obtener un resultado igualitario. La ventana era blindada e iba a ser imposible romperla solo con una barra.

Tocan a la puerta y no me molesto en decir nada ya que sé que la abrirán de todas formas. Entra la misma mujer de ayer y detrás de ella otras dos chicas con apariencias de que hubieran sido muy explotadas laboralmente.

La mujer me mira realmente feliz y le dice a las chicas que me entreguen mi atuendo.

—El señor Erick utilizará hoy la habitación morada—chilla con alegría.

—Señorita tenemos que arreglarla—me dice una de ellas al ver que me niego.

—Tienes que hacerlo cariño o sino los guardias del amo vendrán por ti—me dice la mujer con tono dulce.

—Quiero irme—ruego y las chicas de rostros cansados se miran entre sí.

—No puedes pensar en tal locura—reclama la dama.

—No es una locura, es mi libertad—reprocho a la defensiva.

—¿Sabes que nos haría el señor Erick a todos si lo haces?—inquiere y me muerdo la lengua porque ya me imagino lo que les podría ocurrir, pero ya estoy cansada de poner a todo el mundo antes de mí.

—Solo apurense—accedo regañadientes.

Me arreglan más rápido de lo que esperé y una de ellas abre la puerta cuando oyen que la tocan. Vuelven a aparecer los mismos hombres que han estado a cargo de mí y entran a la habitación con las manos en la espalda.

—¿Ya está lista la señorita Anastasia? El amo ya quiere verla—preguntó Dave y la mujer de edad le palmeo el traje feliz.

—Ya está lista, que no ves lo hermosa que está la señorita—halaga y los dos posan sus ojos sobre mí.

—Ya veo porque el amo la eligió—aludió su compañero.

No me inmuto ante los halagos y espero a que me saquen de una vez de esta prisión a la que ellos llaman habitación.

Me sacan sin ponerme un dedo encima, diferente al día de ayer, están más delicados. Me quejo con cada paso que doy gracias a las heridas.

A lo lejos veo como varias mujeres de la primera habitación en la que estuve, eran llevadas a la fuerza a algún lugar desconocido. Las empujaban, azotaban y golpeaban cuando no querían ceder. A todas las guiaban al mismo paradero tras una puerta de color púrpura oscuro hecha de gamuza.

The Circus of the Forest  [Bilogía Circus #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora