🎪Chapitre XXXIII🎪

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Me estaba abrazando a mi misma mientras emprendía camino al bosque, mi nariz estaba roja y fría, y estornudaba varias veces gracias al sereno de la época.

Eran las dos de la mañana, Morgan había llegado a la media noche a la habitación y cayó rendido en el sofá que estaba frente a su cama, a él le gustaba respetar mi espacio y dormía allí en cuanto yo permanecía en su suave colchón.

Había salido del circo con la mente hecha un desastre, luego de lo de Jakob no he logrado dormir por nada en el mundo.

Las cámaras volvieron a la normalidad y veía como las lentillas se movían siguiendo mis pasos.

Mi mente me hacia muchas malas jugadas en tanto recordaba cada palabra de Jakob. Me sentía tan impotente por no poder hacer nada al respecto. Él era un Hampson y ya con conocer a Morgan, qué más se podría esperar del resto de la pequeña familia. Tenía una cosa en claro de ellos y era que cumplían sus palabras, no les temblaba la mano a la hora de apretar el gatillo y lo que más temo es que la punta del arma ahora está tras la nuca de Morgan.

Pisaba las hojas secas en la oscuridad hasta sentarme en un viejo roble caído para mantener mi mente en paz.

Me acomodo mi gorro de lana y me paso las manos por el rostro apretando los labios para contener un sollozo.

¿Por qué siempre nos atrae lo que puede revolucionar nuestra existencia?

No quiero dejarlo atrás, no ahora que ya tengo en claro lo que quiero y lo que siento. Pero no puedo ser egoísta, no debo permitir que él sufra todo lo que yo tuve que sufrir con Erick, él no puede pasar por esa porquería.

Me encontraba caminando en una cuerda floja donde de un lado iba mi corazón y del otro mi cerebro, pero lamentablemente no soy María como para no caer de la soga.

Pongo mis manos sobre el tronco y la áspera textura de éste provoca pequeños arañazos en mis palmas. Suelto un quejido y me levanto para terminar tropezándome con el roble y caer de espaldas detrás de él.

Bufo y me pongo de pie limpiando mi ropa de invierno.

En ese momento mis ojos se clavan en algo brillante que sobresalía de la oscuridad de algunos arbustos, ladeo la cabeza con extrañeza y me coloco de cuclillas frente al pequeño arbolito de frutillas para adentrar mis manos entre las ramas espinosas. Tomo lo brillante y lo saco con fuerza para sorprenderme al reconocer de que se trataba.

Era el maletín de armas de J.

No lo recordaba, cuando practicabamos siempre lo escondía dentro de un arbusto, pero nunca supuse que sería de este.

Miro a mis lados precavida y vuelvo a sentarme en el tronco para abrir el maletín plateado lleno de armas.

¿Será esto una señal?

Saco un cuchillo con punta de garfio y me levanto para acercarme a un árbol y lanzarle la daga hasta que se clave justamente en todo el centro de su base.

Me acomodo viendo el arma con una sonrisa y pienso en la regla que Jakob me dijo. Los cebos pueden practicar a partir del 20 de diciembre y ese día ya pasó.

Saco todas las armas del maletín y empiezo a recargarlas, armarlas y a utilizarlas según el conocimiento adquirido a través de J y Harry.

Me paso toda la madrugada practicando hasta que cuando me percaté de que el cielo ya se estaba comenzando a aclarar, regresé al circo guardando nuevamente el maletín entre los arbustos.

Estaba caminando mientras pequeños copos de nieve comenzaron a caer del cielo para darle la despedida al otoño y la bienvenida al invierno.

Corrí hasta la carpa y me adentre a los pasillos titirando del frío.

The Circus of the Forest  [Bilogía Circus #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora