🎪Chapitre XXVIII🎪

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Los días están pasando con lentitud para mí, todo ha ido de mal en peor a medida de cada segundo. Es lo mismo siempre, no duermo en las noches por oír las súplicas de las chicas siendo violadas atrozmente en el suelo o a veces hasta al lado de mi cama, es imposible no llorar ante los gritos agonizantes, pero no hago mucho ruido para que no terminen desquitándose más. Tampoco me están dando comida, es otro castigo por haberle roto la cara a Erick.

Me han obligado ayer a comer mi propio vómito solo para parecer más despreciable frente a Erick. Me he sentido muy mal gracias a ello, pero por suerte logré volver a vomitar todo para que esto no empeorara.

He sido golpeada y azotada un montón de veces por los guardias al no querer levantar la cara para verlos, no tengo nada de fuerza como para hacerlo. Mi cuerpo lastimado ya no tiene un soporte con que mantenerse en pie.

Erick me hizo lavar los baños de los guardias con un cepillo de dientes y esos sanitarios eran la cosa más asquerosa que pude ver en mi vida. Ni siquiera sé como pudieron llegar a tener tonalidades verdes muy similares a las de el moho.

Hace dos días mientras había logrado conciliar un poco de sueño, me han despojado de mi ropa y me dejaron colgada de una cuerda en el jardín principal a la vista de todos. Tuve que ver como varios me veían con morbo y perversidad, como algunos me gritaban cosas obscenas intentando alcanzarme, y como otros que duraban horas masturbándose frente a mis ojos con mi imagen.

Me dejaron una noche durmiendo encerrada dentro de un pequeño cuarto del tamaño de un baño portátil, en donde adentro habían un millón de insectos y se hallaban ratas que me caminaban por todo el cuerpo y me terminaban sacando gritos del miedo y el pavor.

La única parte buena de todo este infierno es que pude conocer mejor a las chicas, eran buenas personas y me sacaban una que otra sonrisa en mis momentos grises. Eran chicas muy buenas como para sufrir, compartían parte de su comida conmigo al verme morir de hambre, me hacían trenzas en el cabello cuando se encontraba hecho un nido de pájaros y me ayudaban cuando me daban ataques de pánico y me hacía bolita en una esquina llorando.

Ninguna de ellas tiene la culpa de pasar por lo que pasan y si puedo darles la oportunidad de salir, se las daré.

Había empezado a sufrir una ansiedad crónica y mis ataques eran preocupantes. Lloraba a cada nada y buscaba toda las formas para dejar de vivir todo esto, y si quitarme la vida era una de esas formas, lo había intentando.

Las chicas vieron mi intento de suicidio cuando traté lanzarme del sexto piso de la ventana del balcón de nuestra habitación, si no fuera por Anna quien me había tomado de la mano para retroceder, en estos momentos no estaría aquí de pie.

Estaba sentada viendo el cielo azul desde la ventana mientras que Anna trenzaba mi cabello. Ella lo decoró con algunas flores que recolectó en el jardín cuando nos llevaron a desfilar en ropa interior para los perversos amigos de Erick. La morena le colocó varias florecillas y luego me pasó un mechón detrás de la oreja sonriendo.

—Hermosa—halaga.

Me giro para verla y la rodeo con mis brazos para abrazarla.

—Gracias—agradecí.

—¡Anna!—exclama Camila la cual observaba a través de la ventana del otro extremo de la habitación.

—¿Qué pasa?—se preocupa la africana acercándose a ella al oír su exaltada voz.

—Hay visitas nuevas—comenta.

Todas corren hasta la minúscula ventana y miran por ella como alguien entraba a la mansión.

Me puse de puntillas detrás de los cuerpos de las chicas para ver de quienes se trataban, pero todas ellas me doblaban en tamaño, eran altas, esbeltas y exóticas. Como una niña tratando de ver por una marea de adultos, me rendí y me di vuelta para sentarme en mi cama.

The Circus of the Forest  [Bilogía Circus #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora